miércoles, 29 de mayo de 2013

Sirénidos: El secreto de las pastoras.

 
Cuando los viajeros europeos comenzaron a explorar los mares tropicales de África y de Asia, se toparon con animales reales que les recordaban en todos sentidos a las sirenas sobre las que habían escuchado en los relatos de la época. Se trataba de los dugongos de los océanos Índico y Pacífico (1) y de los manatíes del Atlántico africano (2). Estos mamíferos marinos son clasificados en el orden Sirenia, un nombre que hace alusión a su semejanza con las sirenas de las leyendas. Los sirenios tienen un cuerpo rechoncho de varios cientos de kilogramos, carecen de extremidades posteriores y su cola está transformada en una poderosa aleta. Se trata de mamíferos que se alimentan exclusivamente de pastos marinos, por lo que están restringidos a las aguas someras cercanas a los continentes en donde pueden encontrar alimento. No es difícil imaginar la sorpresa con la que los marinos del siglo XV habrían observado a estos dóciles animales, tomándolos sin la menor duda como auténticas sirenas.
Después del descubrimiento de América, los viajeros europeos se toparon con una tercera especie de sirenio, el manatí del Caribe (3), que se distribuye en la costa atlántica de América, desde Brasil hasta el sur de los Estados Unidos. De hecho, Cristóbal Colón observó tres de estos animales en enero de 1493 cuando navegaba en las cercanías de la isla Española. El almirante genovés describió los animales como sirenas, aunque comentó que “no eran ni la mitad de bellas de lo que las pintan.” Los exploradores portugueses descubrieron posteriormente otra especie de manatí habitando las aguas del río Amazonas (4).
En 1741, la expedición de Vitus Bering a los mares del Ártico descubrió –para la ciencia europea– un tipo de sirenio muy especial. La vaca marina de Steller (5), llamada así en honor del naturalista que acompañó a Bering en sus viajes, era un gigante entre los sirenios pues llegaba a medir hasta nueve metros y pesar más de seis toneladas. La docilidad de este animal y la ferocidad con la que fue cazado por los viajeros europeos llevaron a la especie a la extinción menos de 27 años después de su descubrimiento para la ciencia. (fragmento del post del 16/02/12 de Héctor T. Arita en su página "Mitología Natural". Me ha parecido muy bien resumido, así que yo solo he añadido los números de las cinco especies, una ya extinta)
 
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Los sirenios, o cuanto menos sus pastoras, salen a escena en dos momentos muy diferentes de la aventura de Rielar.Y el caso es que ambas tienen mucho que ver con Áldero. Pero mientras la primera vez, en el profundo Lusca, son un grupo de pastoras de manatíes antillanos las que reciben los galanteos del muchacho, en la segunda, con muchos cambios de por medio, es él el que permanece a la defensiva de las atenciones de las chicas, que ahora son pastoras de dugongos a orillas de una playa en Nicobar, en el Índico. Sin embargo, aunque la actitud de Áldero ha cambiado radicalmente, los dos grupos de pastoras, aun siendo distintas en todo, responden a un mismo patrón: serían la imagen más cercana a lo que todos entendemos por SIRENAS. Jóvenes, hermosas, con la mitad inferior pintada de un extraño acuagel de color verdemar y la superior solo cubierta con escuetos adornos marinos... y tan silenciosas, esquivas pero a la vez coquetas, en definitiva, tan inalcanzables y enigmáticas como solo sabe serlo una auténtica sirena.
¿Quiénes son realmente las pastoras? Ni los propios habitantes de los Reinos del Mar sabrían responder satisfactoriamente a esto. Recuerdo que Xavi Fora Soriano, uno de los pocos que ha leído de momento El Sexto Océano ya que, con una inmensa generosidad por su parte, se ha ofrecido a ilustrarlo (una maravilla, ya veréis...), me dijo que lo único que echaba de menos es más información sobre el reino de las pastoras. Y es que, aunque en Élias no se las menciona, si vuelven a aparecer en la tercera y última entrega de la saga, y nada menos que en la inmediaciones de su patria ancestral.
Esta velada "petición" de mi amigo me ha dado muchos quebraderos de cabeza en estos meses. Se supone que aún estoy a tiempo de ahondar en el asunto y creed que tengo mucho que agradecer a Xavi y que me encantaría complacerle pero... Pero no sé si estaría haciendo lo correcto. Os lo explicaré.
Distribución manatíes
Distribución dugongos
 
Debo empezar diciendo que me he dado cuenta de que mis libros, más que de fantasía al uso son, vistos desde el punto de vista del saber oceanográfico, más cercanos a la ciencia-ficción. Esto es, aunque no me he privado de introducir determinados elementos legendarios o mitológicos y muchas de las premisas en las que me baso son claramente "acientíficas", en términos generales todo lo que sucede en mi universo submarino podría, en efecto, estar sucediendo de hecho en el aquí y en el ahora. Se trata de nuestro tiempo, nuestros mares, nuestro planeta... y no de la Tierra Media o el País de las Maravillas. Y, mucho menos, del reino de las sirenas.
En ese contexto, podría explicar el origen y naturaleza de las pastoras de dugongos y manatíes del mismo modo que ya he hecho con otros profundos, sean recolectoras, eruditos, ingenieros o patrullas de uno u otro océano, por poner algunos ejemplos. Ignorando a los manatíes fluviales del Amazonas y de los ríos del Senegal, incluso sería fácil adscribirlas a alguno de los tres enclaves principales ya que, curiosamente, la distribución de los otros 3 grupos de sirénidos coincide con el Lusca, en el caso de los manatíes antillanos, con Pueblo Grana en el de los dugongos e incluso con Aureum, en el triste caso de la extinta vaca marina de Steller. Sí, sería realmente fácil. Pero, al final, me he negado por una sencilla razón. Y esa no es otra que porque me resisto a renunciar a la fantasía. Y tampoco quiero que el mundo que yo he creado, sus moradores, renuncie a ella.
Prefiero imaginar unos Reinos del Mar en los que los humanos que los pueblan no lo sepan todo, que los niños y los no tan niños aún tengan leyendas, realidades que escapan a su razón, misterios sin explicación que alimenten sueños, historias maravillosas, cuentos por contar. Cuando estudié a los presocráticos, me enseñaron que "El logos destruye al mitos"; quizá ese momento siempre acaba llegando pero, en parte, es una lástima y antes de, digamos, destripar el cuento, está muy bien el poder disfrutar de la riqueza de esos mitos.
Por eso, Xavi, no te contaré más de lo que ya narro en el Sexto Océano sobre las pastoras. No antes de haber abandonado el mundo real, el planeta Tierra tal como lo conoce la ciencia oceanográfica y habernos trasladado al mundo mágico de los océanos.  No antes de haberte hablado de aquella niña que, siendo casi un bebé, fue salvada de morir ahogada en un recodo del río Amazonas, a pocos pasos de su aldea. De cómo sus salvadoras, pastoras de manatíes o náyades o nereidas ¡qué más da!, no la dejaron regresar a su hogar pero, a cambio, la aceptaron entre ellas como una más. Le enseñaron el lenguaje secreto de los animales acuáticos, a cabalgar sobre rosados delfines fluviales... y a apacentar los rebaños. Cuando creció, viajó con algunas de sus hermanas a la desembocadura del gran río y de ahí al mar, al encuentro de las otras pastoras. Primero hacia el norte, hacia el Caribe y, tras aprender de las bellas sirenas cobrizas de las Antillas nuevas artes mágicas, luego cruzó el Atlántico hasta África, al inmenso golfo de Guinea, donde conoció a otras sirenas diferentes, esta vez hermosas y oscuras como el ébano. Fueron éstas últimas las que le llevaron, de rebaño en rebaño, al corazón del continente negro, por secretos caminos de agua, preñados de magia y de milagros. Con los años, hizo más viajes, muchos más, convirtiéndose en una sirena tan bella como poderosa, y encontrándose con más hermanas, con las pastoras de dugongos de las inmediaciones de Madagascar y, más tarde, con las del Indopacífico, doradas como el sol, de India a Australia, de Malasia al sur de Japón. También tuvo tiempo de conocer a las siempre tristes blancas sirenas, las de los mares árticos, que no encuentran consuelo después de perder para siempre a sus rebaños. Y quizá también su vida se cruzó con la de un humano, un príncipe de Sri Lanka o un pirata de Borneo, al que amó hasta el fin aun sabiéndolo imposible, y con la de un perverso brujo que un mal día quiso encerrarla en una lámpara maravillosa (o en una gruta o en una madreperla, o en cualquier otro tipo de cárcel, por muy maravillosa que fuera). Pero, gracias al océano, jamás lo consiguió y aún fueron muchas más las aventuras, llenas de prodigios y sortilegios, que siguieron sucediéndole en "esos otros" Reinos del Mar...
Puede que me argumentéis que las cosas no son exactamente así. Que, a la postre, en mis historias ellas son seres de carne y hueso. Frente a eso, os recuerdo a Bilbo Bolsón. Él soñó desde niño con conocer elfos y, en efecto, los conoció. Y se sintió feliz por ello. Pero, más allá de la renuncia al anillo único, fue en casa de Elrond, al retirarse a vivir el cotidiano día a día en Rivendel, rota la magia y el misterio que envolvía su fantasía, el momento en que comenzó realmente a envejecer...
Reivindico los cuentos de hadas, y los cuentos de sirenas. Cuando sean contadas todas las historias de esta niña de la Amazonía y otras tantas niñas, por mí o por quien le plazca, sea en torno a una hoguera o al pie de una cama y, sobre todo, sea en cualquier habitáculo de Ciudad Alba, pequeña playa de Pueblo Grana, medusa gigante de Aureum, pasadizo de Alborán, pecio de Calypso... Entonces, solo entonces, quizá os cuente la verdad sobre las pastoras. Ahora no solo no la sé, es que no me interesa saberla. Y creo que, en el fondo, a Áldero y a los demás (incluso a Xavi), tampoco.
 
Con respecto al vídeo, pido perdón a los más puristas pero ¡qué le vamos a hacer! Hoy me siento "heterodoxa"... Y, además, seamos sinceros; si no lo hago hoy, ¿cuándo podría?
 
 

lunes, 20 de mayo de 2013

Pinnípedos: Jamás hubo una foca en un circo




 

 Los pinnípedos son un suborden de mamíferos placentarios del orden de los carnívoros, adaptados a la vida acuática y marina, con patas cortas y anchas, codo y rodilla envueltos en piel común, dirigidos hacia atrás y con los dedos unidos, el primero más largo, todo lo cual confiere a estos miembros el aspecto y las funciones de aletas.

      Su cuerpo es sensiblemente pisciforme, adelgazado por detrás y terminado en una cola muy corta y deprimida; sus molares no están diferenciados y su panículo adiposo, muy grueso, constituye una protección contra el frío de las altas latitudes que suelen frecuentar. Son torpes sobre tierra y muy ágiles en el agua.

      Se reparten en tres familias, que son: los otáridos, lobos, osos y leones marinos; los odobénidos o morsas y los fócidos, focas y elefantes marinos. (EL web de Duiops) (Os he puesto menos información que en otras ocasiones. Si queréis saber más os sugiero la sección dedicada a los pinnípedos de la página El Hogar Natural; está muy bien resumido con fotos-ficha de cada una de las especies de las tres familias)

 

Al abordar esta entrada, lo primero que me ha venido a la mente es el recuerdo de lo poco que sabía sobre los océanos cuando decidí adentrarme en esta aventura de Los Reinos del Mar. No es que ahora sepa gran cosa, sigo sin saber casi nada... y realmente seguiría sin conocer ni una ínfima parte de lo que está por descubrir aunque dedicara mi vida entera al empeño puesto que, más allá del esfuerzo humano, el océano se revela como una realidad tan inmensa como inabarcable. La famosa frase socrática de "solo sé que no sé nada" jamás ha estado mejor empleada que cuando hablamos de la multidimensional e ingente masa de agua que ocupa la mayor parte de nuestro planeta.

A este respecto, una de mis más flagrantes "lagunas" tiene mucho que ver con los pinnípedos. Hasta hace bien poco, yo llamaba focas a esos oscuros y lustrosos animales con rígido babero de volantes alrededor del cuello y pelota en equilibrio sobre la nariz que suele haber en los circos y cuya foto encabeza esta entrada. Nunca los vi actuar en persona (afortunadamente, pues la exhibición de sus domadas "habilidades" me parece un espectáculo cruel) pero siempre creí que se trataba de focas. Y en realidad no lo son.

Son otarias. Una verdadera foca, mientras está fuera del agua permanece siempre recostada, anatómicamente no es capaz de erguirse (los enormes elefantes marinos machos lo consiguen apenas en sus formidables peleas por las hembras, pero con muchísimo esfuerzo). Incluso la tercera familia, las morsas, solo lo logra merced a sus colmillos-bastones. No, los únicos que más o menos pueden alzarse del suelo y "andar" propiamente hablando son los otáridos. Pero todo queda compensado pues en el ranking de estos tres grupos los más torpes en tierra acaban siendo los más hábiles en el agua, y ese es a fin de cuentas el destino que eligieron todos cuando sus ancestros optaron por regresar al mar.
En mis novelas, hay varias referencias más o menos directas a los pinnípedos. Focas franjeadas, morsas, focas leopardo... Pero hay dos, uno macho y otra hembra, una foca y otra otaria... y en ellos me detendré. Hoy hablaré de Dulce y de Pomodoro. Tan distintos como un día supe que eran los que yo, hasta entonces, tan erróneamente había creído iguales... bajo la carpa de un circo.

Algunos ya sabréis algo que debo reconocer por adelantado: me gusta romper clichés. Fue huyendo de los estereotipos que procuré que fuera una mujer, Rielar, la protagonista de mi novela más épica y que, por su parte, se tratara de un hombre, Élias, el que llevara el peso de mi texto más romántico, más lírico si se quiere. No fue una decisión del todo consciente pero así acabó pasando. Pues algo parecido ocurrió también con los dos animales marinos de los que ahora toca hablar. Empecemos por el segundo...
Pomodoro es un macho de foca monje, uno de los pocos ejemplares de una especie casi extinta, antes abundante en el Mediterráneo. Cuando Élias y sus amigos lo conocen en Alborán es una criatura desubicada y solitaria, único en aquellas aguas y, por lo tanto, abocado a la desaparición, suya y de su linaje. Él anhela formar una familia, en su caso una colonia junto con algunas hembras reproductoras con las que perpetuar su moribunda especie. Parece una empresa quimérica, un sueño imposible, pero es su sueño y por él luchará. No se conforma con vivir solo, no le seduce eso de ser un macho libre e independiente... ni siquiera se conformaría, si tuviera tal opción, con dejar su simiente sin más y desentenderse de lo que venga después; es un macho... que quiere crear un hogar llenos de críos. Y es perfecto; es su opción.
Por el contrario, Dulce es una hembra de otaria, de lobo marino antártico para más señas, que ha encontrado en el humano Ezequiel su compañero y amigo para toda la vida. Frente al resto de sus iguales, que acabaron convirtiéndose en madres hace mucho tiempo, ella se siente realizada en su "soltería", sabe que no deviene ni menos ni más por haber elegido ese camino y es feliz viviendo su vida como mejor le place. Su historia se narra en la primera novela y, de hecho, jamás llegan a coincidir ni en el espacio ni en el tiempo pero tanto ella como Pomodoro rompen viejos arquetipos con su libre elección vital: luchar por tener su propia familia en tanto "comunidad de amor", sin coletillas ni aprioris, sea esta de dos o de veintidós, y entendiendo que sus frutos a veces pueden ser hijos pero otras también pueden ser vivencias, proyectos y sueños compartidos. Dulce es una hembra... que no quiere crear un hogar llenos de críos. Y también es igualmente perfecto; es su opción.
En fin, esto es lo que quería contaros hoy. Espero haberme expresado bien pues arrastro los últimos restos de un glorioso resfriado y aún no me siento bien al cien por cien. Confío en que mis limitaciones las supla vuestra sabiduría y, llegado el caso, vuestra benevolencia. Por último, comentaros que ante la disyuntiva de ofreceros un vídeo de sedentarias focas o de dinámicas otarias al uso he decidido "tirar por la calle del medio". Os presento una foca pero una foca muy especial... se trata de la fascinante foca leopardo, feroz como ninguna, un auténtico predador que ocupa en el cono sur el mismo nicho en la cadena alimentaria que el temible oso polar en el, nunca mejor dicho, polo opuesto (el vídeo está en portugués pero creo que se entiende bien y me ha parecido muy interesante. Digamos que, frente al dominio-doma sobre los animales circenses del que os hablaba al principio existe siempre la opción de la amistad... ya lo entenderéis al verlo).
Ah, y la próxima entrada será, tras los cetáceos y los pinnípedos, sobre el tercer grupo de mamíferos adaptados plenamente a los océanos ¿Imagináis de quienes se trata? 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 


 

 





 

 

 
 

 

 
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jueves, 9 de mayo de 2013

Narvales: Los "unicornios" del mar



El narval (Monodon monoceros) es una especie de cetáceo odontoceto de la familia Monodontidae que habita los mares del Ártico y el norte del Océano Atlántico. Es el único integrante del género Monodon y una de las dos especies de la familia junto a la beluga (Delphinapterus leucas).
Los machos de esta especie se caracterizan por presentar un colmillo muy largo y retorcido de manera helicoidal que puede llegar a medir dos metros y pesar hasta diez kilogramos. Se cree que este diente especializado puede ser un receptor sensorial o un carácter sexual secundario.
Esta especie está adaptada a vivir en el Ártico y se alimenta de animales del fondo marino. Carece de aleta dorsal y tiene un tamaño mediano entre los cetáceos, con una longitud promedio en los adultos que oscila ente 4 y 4,5 metros y un peso de entre 1000 y 1600 kg. Posee una dieta que se restringe únicamente a algunos peces y crustáceos, de los cuales se alimenta primordialmente durante los meses de invierno, época en la cual consume un gran volumen de presas que captura en el fondo marino. Para ello debe realizar inmersiones que con mucha frecuencia superan los 800 m bajo la superficie, las cuales pueden durar hasta 30 minutos. Después del cachalote, zifio y elefante marino es el mamífero marino que se sumerge a mayor profundidad.
Se distribuye principalmente en aguas de la región ártica del norte de Canadá, los mares del lado ruso del océano Ártico y al norte del océano Atlántico. Habita principalmente en torno a los bloques de hielo que se forman durante los inviernos prolongados del Ártico, migrando a las bahías y fiordos circumpolares durante el verano. Se cree que la población mundial es de algo más de 75 000 ejemplares. En 2008 fue catalogado en la Lista Roja de la UICN como especie casi amenazada, debido a que se mantiene una caza significativa, controlada, por parte del pueblo inuit en Canadá y Groenlandia (Dinamarca), los cuales se benefician con su carne, grasa y el comercio del colmillo. También se ubicó en esta categoría por la evidente disminución en la población de algunos grupos, la falta de certeza sobre la cifra total de animales y el desconocimiento de las tendencias de crecimiento.
Otras amenazas para la población de este cetáceo son: la depredación por parte de sus enemigos naturales (tiburones, osos polares y orcas), la contaminación por plaguicidas y metales pesados, los atrapamientos dentro de densas capas de hielo al inicio del invierno que les impide moverse a mar abierto muriendo de inanición y por ahogamiento, y la poca capacidad de adaptación ante los cambios climáticos. (Wikipedia)

Tras las blancas belugas que os presente dos entradas atrás, aquí tenemos al otro representante de la pequeña familia monodontidae, también de aguas boreales: El narval. Será este moteado y gris cetáceo, con su desmesurado colmillo, el que nos conduzca a un tema que hacía tiempo que me apetecía tocar y de el que él mismo (o mejor dicho su singular papel en Rielar) es un claro ejemplo: Cuando una novela aspira a ofrecer al lector un universo nuevo, antes inédito, la estructura del relato deviene inexorablemente como el de una muñeca rusa o matrioska, es decir, la trama central que la vertebra deja por el camino muchas otras historias, casi sugerencias de nuevos relatos que están ahí como "un cuento dentro de otro cuento" pero que, digamos, no es el momento de abordar... se diría que permanecen ahí, aguardando, y, quién sabe, puede que quizá merezcan la pena de ser contadas... por alguien... algún día.
Ese podía ser el caso, por ejemplo, de las andanzas de Ezequiel y Dulce por aguas antárticas, los remotos acontecimientos que dieron lugar al señero momento del Pacto y la Piedra y, en relación con ello, los primeros tiempos de las tres razas en su regreso a los Reinos del Mar... o incluso, los largos años de Iris y Rielar tierra adentro y los veranos de ésta última por los distintos puntos costeros de la península ibérica... Sí, podría ser cualquiera pero, para mí (y no solo para mí) "la historia dentro de la historia" que más se echa de menos es aquella relativa al vínculo de amor y amistad que se crea, contra todo pronóstico, entre un grupo de narvales machos y otro de mujeres doradas, muertas en vida como el resto de sus hermanas durante generaciones y generaciones dentro de los dominios de Aureum.

Fijémonos en el mito del unicornio.

Legend-Ridley-Scott
"El unicornio –escribe Héctor T. Arita– es tal vez el animal mítico por excelencia. En los bestiarios de la Edad Media se le reconoce como un animal maravilloso con la habilidad suficiente para derrotar en combate a un elefante y capaz de purificar con su único cuerno las aguas contaminadas para volverlas potables para los demás animales".
Este formidable caballo blanco con su helicoidal "lanza" sobre la frente es el enemigo a abatir pero siempre invencible de los otros "portadores de lanzas" por antonomasia (las connotaciones fálicas son evidentes); los machotes y machistas caballeros andantes. Estos últimos no dudarán en usar el único método infalible para hacerse con el mágico cuerno anti-veneno, con el anhelada asta de la inmortalidad: conducir a una virgen a su encuentro, pues solo ante ella el unicornio renunciará a su fiereza y será así fácil de cazar.
La virginidad de las mujeres de Aureum no es una virginidad de cuerpo sino del alma. Es como si hubieran sido convertidas en unas niñas eternas, jamás dueñas de su destino, menospreciadas precisamente por aquellos que las han hecho lo que son... Nunca se les ha permitido (más que desflorarse) florecer y, en efecto, es eso precisamente lo que rinde la resistencia de hermanarse con profundo alguno, en el corazón de los unicornios, o sea, de los narvales macho: descubrir en aquel pequeño grupo de mujeres doradas ese maravilloso potencial de ser individuos plenos, plenas mujeres en todas su dimensiones, que siempre les ha sido negado y por el que, ellas y ellos juntos a medida que crecen sus mutuos vínculos de afecto, lucharán en secreto por alcanzar. Y lo lograrán.
Me da por pensar que quizá haya habido siempre dos tipos de caballeros andantes. El que nos cuentan las leyendas, imbuidos de arrogancia y cerrazón, vanidosamente fálicos, y encantados de poder reverenciar-manipular (en definitiva, usar y abusar de) la "virginidad" femenina en todas sus formas y otro tipo, muy diferente al primero. Uno, con una viril individualidad tan rotunda como el primero pero capaz de rendirse, de entregarse por entero, siempre desde la igualdad de dignidades, sabiendo  que se debe y se puede crecer al unísono y florecer juntos en una eterna aventura de comunión y amor.
Sí, quizá siempre hayan existido dos tipos... escondidos en lo más profundo del alma de todo hombre, batallando en la floresta como se ve en los antiguos tapices. Quién de los dos gane esa contienda es responsabilidad de cada cual pero el resultado es crucial pues, como ya dijeron Los Inmortales, solo puede quedar uno.
Mi corazón, inmerso en esa historia de doradas y narvales,  en esa historia aún por contar del todo, estará siempre con el noble unicornio. A él le entrego mi cinta en el combate, anhelando que venza en la batalla. Y deseando igualmente, con la rabia de los siglos, que del otro nunca se vuelva a saber nada...
Ah, ahora recuerdo que yo os quería hablar de las historias matrioska... Pues bien, ojalá alguien, no precisamente yo, escriba como se fraguó esa historia de amor entre un grupo de sojuzgadas mujeres doradas y un grupo de narvales, de unicornios del mar, hasta llegar a los acontecimientos que se relatan en Rielar y los Reinos del Mar... Seguro que es una historia digna de ser contada.



miércoles, 1 de mayo de 2013

The Cove: Es tiempo de enmendarse.





Esta entrada es algo especial.
Hoy, uno de mayo, con la placidez que da saber que tienes el regalo de un día festivo en mitad de la semana, he abierto el correo y me he dado de bruces con un mensaje de Clara Luengo Ramos desde mi cuenta en Facebook. ¿Y quién es Clara? Bueno, os podría decir que es una joven y guapa madrileña, amante como yo de los Reinos del Mar y fiel seguidora de las aventuras de Rielar y de Élias pero para mí, a pesar de que habernos visto apenas unos minutos, es mucho más; tiene el talento de haberse convertido nada menos que en dos ocasiones en mi "Pepito grillo", es decir, en algo así como la voz de mi (dormida) conciencia, sin ella pretenderlo y cuando yo más lo necesitaba.
Recuerdo que, la primera vez fue hace ya casi un año, en la Feria del Libro de Madrid, cuando estuvimos hablando del, entonces aún en proyecto, desenlace de la trilogía de los Reinos del Mar, El Sexto Océano. Viendo su interés por mis historias, quise compartir algo del "futuro" que tenía previsto para los protagonistas, futuro en el que uno de ellos pasaba a un discreto segundo plano en la tercera y última novela, en favor de los otros dos a mi modo de ver más relevantes y complejos. En un principio, Clara no tuvo nada que decir y se fue a seguir disfrutando de la Feria pero, para mi sorpresa, al rato regresó visiblemente agitada. Venía a defender a ese personaje, a aquel al que yo no había sabido valorar en su justa medida... Había estado dándole vueltas y, quizá no era tan maduro y cabal como los otros dos protagonistas pero ella lo amaba y apostaba por él. Vino a decirme que en su imperfección residía parte de su encanto y que relegándolo estaba cometiendo un error garrafal: no darle la oportunidad en cierto modo de enmendarse, de mejorar sin dejar de conservar su esencia. En definitiva, estaba negándole la oportunidad de evolucionar.
Como soy bastante dura de mollera, al principio no entendí nada de nada pero aquel verano, escribiendo el Sexto Océano, el relato fue desarrollándose como ella había "pronosticado": ese personaje que de alguna manera yo había menospreciado fue cobrando fuerza y protagonismo, pasando así a estar en plano de igualdad con los otros dos. Y la historia cambió, haciéndose mejor. Digamos que también ella evolucionó. Cuando la leáis, ya lo veréis por vosotros mismos.
La segunda ocasión ha ocurrido esta misma mañana cuando Clara, junto con sus saludos, me ha enviado un vídeo muy especial. Supongo que todos recordaréis, ya que ha sido una de las más visitadas, una entrada que hice en este blog sobre los calderones y la terrible matanza que sufren cada año en aguas de las islas Feroe. Si sirvió para remover algunas conciencias la doy por más que buena pero, por segunda vez, fue entonces cuando volví a meter la pata.
Como soy consciente que tiendo a enrollarme más de la cuenta y me pareció que ya era suficientemente extensa, en dicha entrada solo hice una mención de pasada sobre un documental que, por su gran relevancia, hubiera merecido una mucho mayor dedicación. Se trata de THE COVE, un estremecedor testimonio de las impunes matanzas de delfines que se cometen en el japonés pueblo de Taiji. Está muy bien hecho y creo que merece la pena que dediquemos un rato de este día festivo para verlo. Y, cómo no, para compartirlo.
Éste es precisamente el vídeo que me mandó Clara y el que yo, arrepintiéndome ahora de haberme limitado a citarlo sin más en su momento, paso a ofreceros íntegro en esta nueva entrada. De nuevo, la intervención de Clara me ha hecho enmendarme y, al igual que le ha ocurrido en El Sexto Océano a mi personaje, creo que en el proceso yo misma he evolucionado y, con ello, mejorado.
Pero es que ahí no acaba todo ya que, además de la titánica lucha por denunciar la atroz escabechina que se comete contra esas pobres criaturas, el vídeo encierra otra historia, ésta de cambio de rumbo de nuevo, que me ha impactado casi tanto como aquella. Es la confesión vital del propio Richard O´Barry, alma del proyecto.
En su testimonio relata como pasó una década de su vida entrenando a delfines en la serie Flipper y, en consecuencia, ayudando a la proliferación de crueles delfinarios debido al interés que la exitosa serie despertó en la gente y como, cuando por fin abrió los ojos, realizó un giro de 180º y empeñó su vida en subsanar su error y entregarse de lleno a la causa de estos animales. De nuevo y por tercera vez, la misma lección: Conceder siempre la oportunidad, tanto a los demás como a nosotros mismos, de evolucionar, de cambiar a mejor. Porque, así lo creo, nunca es tarde.
Gracias, Clara... mi Pepito grillo. Mil gracias. Y, hoy y siempre, espuma y sal en tus mañanas.

The Cove Documental (TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL):
http://www.youtube.com/watch?v=C_3ibYzIejY


















domingo, 21 de abril de 2013

Ballenas beluga: las blancas cantoras.



Las belugas, también llamadas ballenas blancas, tienen un color inusual, por lo que son una de las especies de ballena más conocidas y fáciles de identificar. Al nacer son grises o incluso marrones, y se van volviendo blancas conforme alcanzan la madurez sexual, hacia los cinco años de edad.
Las ballenas blancas son bastante pequeñas y miden entre 4 y 6 metros. Tienen frentes redondeadas y carecen de aleta dorsal.
Las belugas suelen vivir en pequeños grupos. Son animales sociales y comunicadores vocales muy activos que emplean un lenguaje variopinto de chasquidos, silbidos y repiqueteos. Además, pueden imitar diversos sonidos de otro tipo.
Estas ballenas frecuentan habitualmente las aguas de las costas del océano Ártico, aunque también están presentes en regiones subárticas. Cuando el mar se congela, las belugas árticas migran hacia el sur en grandes grupos. Los animales atrapados en el hielo ártico suelen morir, víctimas de osos polares, ballenas asesinas e indígenas del Ártico. Las belugas son cazadas por los pueblos nativos del norte, y también por las pesquerías comerciales. Estas últimas casi acabaron con determinadas poblaciones, como la del Golfo de San Lorenzo. (National Geographic)



Como ya os anuncié en mi anterior entrada, después de pasar varios meses centrada en los cetáceos con los que interactúa Élias en su viaje por el Mediterráneo, ahora os presentaré a dos especies de odontocetos, únicas integrantes de la familia de los monodóntidos, que hacen acto de presencia en Rielar y los Reinos del Mar, mi primera novela. He aquí a la primera de ellas.
Las belugas aparecen al principio de la tercera parte del libro, "Pacífico", cuando se narra como la joven recolectora Irisar, acompañada de su amiga Ulular y de su maestra Surcar, emprende viaje hacia el mayor de los océanos por la ruta del norte, esto es, a través del océano glaciar ártico. Ella será la encargada de dar con la piedra-corazón del propio Élias, todavía un bebé, y tanto porque es su debut como recolectora de piedras corazón como, sobre todo, porque ese primer bautizo trajo inquietantes revelaciones a nivel personal, el ánimo de Irisar está convulso y, por qué no decirlo, bastante amedrentado ante la gesta a la que se tiene que enfrentar.
Me gustaría que intentarais imaginar el encuentro entre las tres mujeres y el , también femenino, grupo de belugas. Se produce de improviso en la bahía de Baffin, relativamente cerca aún de Ciudad Alba, nada más dejar atrás el mar de Labrador y recién estrenado el océano Ártico propiamente dicho.
Al hacer de nuevo ese ejercicio de imaginación yo misma, mi mente es invadida por dos intensos colores, blanco y azul, y de un modo esplendoroso, deslumbrante. Frente al azul del límpido cielo norteño y del omnipresente mar, la blancura del resto de elementos destaca así de un modo casi hiriente: las interminables placas de hielo marino, los vagabundos icebergs, la nieve perpetua en las costas de las tierras circundantes... Y ellas, no solo las incoloras criaturas que salen al encuentro de las tres recolectoras sino éstas últimas, sus clarísimos cabellos (sobre todo, los de la propia Irisar que los lleva largos, como una ensortijada estela de espuma de mar tras de sí), así como sus buzos blancos y sus pálidas pieles, distintivos ambos de su pertenencia a la raza de los profundos de Ciudad Alba. Todo, en definitiva, es blancura; pujante y avasalladora blancura.
Pero si el color blanco suele ir asociado a la paz y al silencio, aunque lo primero se cumple puesto que Irisar, tras el encuentro, recupera buena parte de su serenidad perdida, lo hace a través de todo lo contrario a la ausencia de sonidos. Lo hace a través del canto... y del baile.
No soy muy dada a poner citas de mis libros en este blog, de hecho va a ser la primera vez, pero siento que debo hacerlo. No sé cantar, lo hago francamente mal, aunque puedo imaginar lo hermoso que es unir tu voz con la de tus iguales, en este caso hermanadas tanto en feminidad como en esbelta blancura, pero en cambio me gusta bailar y dicen que no lo hago del todo mal. En el baile también he aprendido (y disfrutado) de lo que es sentirse "en comunión", con la música misma y con las que la comparten contigo en un determinado instante. Un grupo de hembras bailando juntas, sintiéndose hermanas más allá de razas, idiomas, ideologías... e incluso especies, debe ser algo magnífico. No, no debe serlo; sé que lo es.
En fin... todo esto es algo tan atávico, siento que lo llevo tan dentro de mi condición femenina, en todas y cada una de mis células, que intentar explicároslo sin más se me queda corto. Por eso tengo que recurrir a "autocitarme". Para que simplemente contempléis la escena... y la sintáis. Entonces, seguro que lo entenderéis todo mucho mejor. Sobre todo, si sois del género femenino. Ahí va:
"Pronto las tres mujeres, disfrutando como niñas, se encontraban danzando con las juguetonas belugas mientras, casi sin darse cuenta, comenzaban a entonar antiguas melodías en armonioso contrapunto a las infinitas vocalizaciones de los llamados canarios del mar(...) Surcar había estado certera al intuir que eso era precisamente lo que necesita Irisar. A medida que ésta permitía que su cuerpo se hiciera uno con el agua y la espuma, notaba cómo su interior recuperaba la calma, cómo su antigua alegría volvía a hacerse presente. Y mientras se dejaba acariciar por los sedosos cuerpos de sus nuevas compañeras en ese trenzado de cruces y acrobacias, su voz dejaba escapar, a través del liberador canto, toda la tensión que la había atenazado desde antes de abandonar Ciudad Alba".

¿A qué ahora todo ha quedado mucho más claro? ¿Y a qué muchas (y muchos, ¿por qué no?) sabéis de lo que hablo por propia experiencia?... ¿No es maravilloso ese sentimiento de liberación/comunión que te ofrece la música en momentos así, momentos tan escasos como preciosos?

La foto que encabeza la entrada es precisamente de una mujer que, a través del yoga,  se ha atrevido con las bajas temperaturas de los mares árticos y que, de este modo, ha sido capaz de nadar entre belugas. La acabo de descubrir y no me resisto a colgarla ¡Si supierais la de veces que la realidad acaba, de un modo u otro, asemejándose a la ficción que yo misma he creado...!

Como vídeo os propongo, en esta ocasión, otra curiosa "rareza". Las belugas tienen una capacidad de vocalización tan asombrosa que, recientemente, se ha logrado grabar a un ejemplar capaz de reproducir los sonidos de una lejana conversación ¡entre humanos! Oídlo porque, en serio, es impactante (¿y si en vez de estar imitándonos fuera que le han pillado "in fraganti" y en realidad está hablando con algún habitante de los Reinos del Mar?... Ay, ya está mi loca imaginación haciendo de las suyas... Bueno, lo dicho, juzgad por vosotros mismos).


















jueves, 4 de abril de 2013

Cachalotes: El buen Romm y los de su estirpe.





Los cachalotes son fácilmente identificables por sus enormes cabezas y frentes redondeadas y prominentes. Tienen el cerebro ms grande de todas las criaturas conocidas que han poblado la Tierra. En la cabeza también tienen una gran cantidad de una sustancia llamada espermaceti. En su día, los balleneros creían que este fluído aceitoso era esperma. Los científicos no han descifrado la función del espermaceti. Una teoría muy extendida es que el fluido, que se endurece en forma de cera cuando se enfría, ayuda a la ballena a modificar su flotabilidad para sumergirse a gran profundidad y volver a subir. Se sabe que los cachalotes llegan a sumergirse 1.000 metros en busca de calamares. Estos mamíferos gigantes deben contener la respiración hasta 90 minutos en esas inmersiones. Estas ballenas dentadas pueden comer casi una tonelada de peces y calamares al da.

Los cachalotes suelen formar bancos de entre 15 y 20 individuos. Estos bancos están formados por hembras y crías, mientras que los machos viven en solitario o cambian de banco con frecuencia. Las hembras y sus crías permanecen todo el año en aguas tropicales y subtropicales. Se cree que las hembras cuidan a sus crías de forma comunitaria. Los machos migran a latitudes más altas, solos o en grupo, y vuelven al ecuador para reproducirse. Impulsados por su aleta posterior, que mide unos cinco metros de punta a punta, pueden recorrer el océano a unos 37 kilómetros por hora (La conducta gregaria de machos y hembras juntos en el Mediterráneo oriental constituye, por tanto, toda una excepción).

Estos populares leviatanes emiten diversas vocalizaciones, además de una serie de chasquidos que pueden usar para comunicarse o para la ecolocalización. Los animales con ecolocalización emiten sonidos que se desplazan bajo el agua hasta que impactan contra objetos y vuelven rebotados al emisor, revelando la posición, tamaño y forma del objetivo.

Los cachalotes eran un pilar básico de la actividad ballenera en su apogeo en los siglos XVIII y XIX. En su novela Moby Dick, Herman Melville inmortaliza a un mítico cachalote albino, aunque parece ser que el archienemigo de Ahab estaba basado en un animal real al que los balleneros llamaban Mocha Dick. Se cazaba a estos animales por su aceite y ámbar gris, una sustancia que se forma alrededor de los picos de los calamares en el estomago de la ballena. El ámbar gris era (y sigue siendo) una sustancia muy apreciada utilizada en su día para hacer perfumes. (National Geographic)

Y, por fin, llegamos a la última de las Piedras de Ceto. aquella que atesora la virtud de la misericordia. Una virtud tan cercana al amor, la primera en ser activada a través del valeroso viaje de la pequeña Toniña, que se diría que con ella se cierra el círculo que las enlaza a todas. De hecho, Élias y su grupo encuentran la última virtud cuando la vieja marsopa ya ha partido y se diría que es este octavo cetáceo como activador de la misericordia, la deforme hembra de cachalote con la que se encuentran cerca ya de la meta final de su viaje por el Mediterráneo,la que le toma el relevo en su maternal afecto, aunque solo sea por un rato.
El encuentro con los cachalotes es el momento en el que más peligro corren Élias y Mistral de perder la vida en su travesía por aguas mediterráneas. Solo la intervención "in extremis" de esa tía solterona, marcada por el impacto casi mortal de un ferry en su robusto cuerpo, les salva de una muerte segura. El destino final de los dos chicos parece algo inapelable, casi comprensible y hasta justificable, pero cuando todo está perdido, cuando la implacable lógica o la fría justicia no ofrecen ninguna salida, lo único que les salva, que nos salva siempre, es la compasión. La inmerecida, y por ello tan imprevista como redentora, misericordia. En dos palabras, el Amor. Siempre, desde el principio hasta el fin, el Amor.
Ah... los cachalotes. Los que habéis leído mis novelas ya sabéis lo especiales que son para mí estos rotundos animales de ladeado surtidor y cabeza de torpedo. Sobre todo, uno... sobre todo, Romm.
Os confesaré algo. Romm, y también Dicayos, encarnan en cierto modo mi solidario afecto por el sexo masculino. Algo así como sí yo, disfrazada de andrógina "Trovadora del agua", hubiera plasmado en el papel mis distintos sentires hacia los también distintos hombres (y mujeres) que han rodeado mi existencia. Yo no soy una excepción y como tantos otros escritores me he acabado inspirando en mis semejantes.
Hay un refrán que dice: "A los amigos se les admira por sus virtudes y se les quiere por su defectos". Como todo refrán hay una parte falsa pero, qué duda cabe, también otra muy verdadera. Con respecto a mi propio sexo, en todas las mujeres que me han acompañado, incluida yo misma, hay algo de Hidra y algo de Surcar, algo de Emoré y algo de Ulular, algo de Mistral... y algo de Rielar. En definitiva, algo de las tres diosas, Doncella, Madre y Hechicera que, con distintos rostros, empapan toda mi obra. Eso es muy cierto con respecto a mí y mis hermanas pero ¿y los hombres?
Con respecto a los varones, podríamos decir  que Dicayos, el recto Dicayos, encarna todas las virtudes masculinas, aromatizadas por esa maravillosa gestión de las emociones a la que todo hombre debería aspirar y al que creo que, cada vez más, muchos están quitando ese miedo ancestral que les limitaba para tantas cosas... Sería pues la parte luminosa y brillante, la apolínea. El hombre recto y noble al que admiro.
Pero como ya he dicho en otras ocasiones, no hay yang sin yin, ni apolíneo sin dionisiaco, ni resplandor sin penumbra... Un hombre cabal, si aspira a ser verdaderamente noble, si no quiere ser una encorsetada caricatura de sí mismo, tiene que aceptar tanto su fortaleza como su fragilidad, tanto su generosidad como su mezquindad, tanto su luz como su sombra. Solo así será un hombre íntegro, o sea completo, y solo así, asumiéndose en plenitud primero, podrá trabajar honestamente por ser cada día mejor persona. Eso es precisamente lo que representa el bueno de Romm para mí.
Romm es pendeciero y bravucón, a veces celoso, otras veces metepatas y otras... otras simplemente las cosas le quedan grandes y no se entera de nada. Pero yo le quiero, le quiero con locura por ser cómo es, sincero, valiente, lleno de defectos pero con la honestidad suficiente para saber hacerles frente e intentar enmendarse y mejorar. Es leal, consecuente y sabe entregarse de corazón... Sí, definitivamente, puede que admire mucho a Dicayos pero al que quiero aún más de los dos es a ese cabezota lleno de defectos... y de humanidad.

Quizá os preguntéis si, en el caso de los varones de mi entorno, existe alguien concreto en el que me haya inspirado a la hora de describir estos dos personajes. La respuesta es que sí. Afortunadamente, aquel que me acompaña en el camino tiene mucho de Dicayos pero, y eso es lo más importante, también mucho de Romm. Por ello es que le admiro tanto como le quiero... Pero eso, como diría Michael Ende, eso es otra historia.

Mi repaso de los cetáceos mediterráneos ha concluido, por ahora. Tengo planeado presentaros próximamente otros dos que me parecen también muy interesantes pero serán, digamos, criaturas de latitudes mucho más boreales. Ambos hicieron acto de presencia en Rielar con mayor o menor protagonismo ¿Imagináis a quienes me refiero? Bueno, si no es así, ya lo descubriréis... Y ahora, como es de rigor, un ratito de buceo en esta ocasión con Romm, Blou y Grumm, por ejemplo. Hoy es momento de disfrutar de la compañía de los todopoderosos cachalotes.
















miércoles, 27 de marzo de 2013

Delfines comunes: Forjadores de leyendas.



El delfín común oceánico (delphinus delphis) también es conocido como delfín de aletas cortas y pertenece a los cetáceos odontocetos (dentados). Hasta hace pocas décadas se creía que era el único delfín de los océanos. Existe otra especie que no debe ser confundida con esta, llamada delfín común costero (delphinus capensis).
Habita en aguas tropicales y subtropicales de los océanos Atlántico y Pacífico. También son encontrados en el Mar Mediterráneo, Mar Negro, Golfo de México y Mar rojo. Algunos ejemplares han sido encontrados en el océano índico y en mares japoneses.
Optan por nadar en zonas donde la temperatura supera los 10° C. Se trasladan a 11 km/h pero cuando quieren alcanzar alimento, aceleran alrededor de 47 km/h.
Es uno de los delfines más pequeños con una longitud de 2.4 y un peso de 110 a 136 kg siendo las hembras más pequeñas que los machos.
El pico es alargado y más puntiagudo que otras especies de delfín. En cada lado de la mandíbula contienen 20 o más dientes fuertes, afilados y curveados, ideales para que no logren escapar sus presas.
La coloración es una de sus mayores características, pues la parte dorsal superior es gris oscuro y la zona ventral es blanca. Una raya oscura se extiende desde la mandíbula inferior hasta una de sus aletas.
Son muy sociales y casi nunca andan solos. Siempre realizan sus actividades acompañados de otros miembros, siendo una de las especies más abundantes y con mayor número de integrantes.
De igual forma son muy juguetones como la mayoría de los defines y realizan varios tipo de acrobacia saliendo del agua. Los delfines adultos son respetados y suelen actuar como “maestros” de los ejemplares más jóvenes.
Los delfines en general se han considerado animales muy inteligentes debido a muestras de comportamiento que se creían propias del ser humano. Esta especie demuestra cariño y empatía hacia los compañeros enfermos, ayudándolos a respirar en la superficie cuando no pueden hacerlo solos. Cuando alguno muere los demás demuestran tristeza y cuando son rencontrados, especialmente en cautiverio, se emocionan y comienzan a jugar.
No tienen muy buena visión, especialmente en aguas turbias y oscuras pero se guían por medio de los sonidos. Ellos se comunican por medio de vocalizaciones parecidas a un silbido.
Se alimentan de calamares, pulpos y peces como sardinas, anchoas y merluzas, pudiendo consumir poco más de 9kg al día. Suelen empujar a sus presas fuera del agua y atraparlos en el aire.
Son vivíparos y las madres tienen por lo regular una cría, aunque se han dado casos de nacimientos de mellizos y trillizos. Alcanzan la madurez sexual máximo a los 15 años de edad.
En el período de cortejo, machos y hembras frotan sus aletas y nadan de un lado a otro juntando sus cuerpos para finalmente aparearse en posición de vientre con vientre.
El período de gestación dura máximo 12 meses y las crías nacen de aproximadamente 92 cm de largo y de 11 a 16 kilos de peso. El recién nacido toma leche por medio de chorros lanzados por su madre durante seis meses para después consumir alimentos sólidos.
Su promedio de vida útil en estado salvaje es de 20-30 años de edad.
Existe una extensa población de delfines comunes oceánicos, sin embargo, debido a la matanza descontrolada, las capturas accidentales en redes pesqueras y la contaminación que día con día invade su hábitat, se han puesto en marcha leyes para la protección y conservación de esta y otras miles de especies marinas que corren el peligro de desparecer. (BioEnciclopedia)

Un pequeño delfín común será el encargado de traernos la sexta (y penúltima) virtud de las Piedras de Ceto: La inocencia. Y siendo como es ésta una palabra tan llena de matices, el encuentro de Élias y su grupo con el "chiquillo" de esta especie en aguas jónicas, tras despedirse de los rorcuales y ya en compañía de Argos y Sombra, deberá ser analizada desde distintos ángulos.
En primer lugar, el joven delfín común es una víctima inocente. O sea, está libre de culpa. Ni el y su inanición ni la familia que ha perdido son culpables de que los alrededores de la isla griega de Kalamos en el mar Jónico, antes reducto abundante de su especie en el Mediterráneo, se haya quedado prácticamente sin peces. La pesca indiscriminada es la responsable de esquilmar esas aguas, suyas por derecho desde tiempos inmemoriales. No me extenderé mucho en el cruel e injusto castigo que supone matar literalmente de hambre a unas criaturas que, casi de la noche a la mañana, ven arrebatados sus recursos para subsistir. Aunque la verídica historia de Kalamos es estremecedora creo que ya hablé suficiente de la hambruna que sufren muchos animales marinos en aguas mediterráneas cuando os conté la travesía del grupo por aguas baleares... Es algo muy triste sobre lo que siempre merece la pena reflexionar pero, en esta ocasión, ahí lo dejaré.
Porque la palabra "inocencia" tiene otra acepción mucho más hermosa. Tiene que ver con la pureza de espíritu, la infantil (que no pueril) ingenuidad, la liberadora fantasía... En definitiva, tiene que ver con los mitos y  las leyendas. Y aquí el asunto se vuelve a desdoblar, puesto que el joven delfín se nos muestra tan necesitado de sustento como de cuentos, de alimento (y, con él, de consuelo) no solo para el cuerpo sino también para el alma. Por ello, en su recuperación serán casi tan importantes como las sardinas que les ofrezcan, los fantásticos relatos que un conmovido Élias le desgranará en su convalecencia. Y este "niño delfín" enamorado de los mitos acabará siendo el que nos lleve como de la mano a la otra cara de la moneda, a la de estos mismos delfines como protagonistas de los  numerosos mitos que pueblan el imaginario de tantas y tantas civilizaciones.
Aunque merecerían mención aparte los muchos relatos míticos sobre delfines de río en la Amazonia, tratándose de delfines comunes yo voy a ceñirme a los mitos mediterráneos, reflejo de ese pensamiento inocente a nuestros ojos pero profundamente sabio de los antiguos griegos.
A este respecto, cuentan las leyendas que estando el dios Dionisio, señor del vino y los placeres, observando el mar con sus hermosos ojos azules desde un acantilado, fue visto a su vez por unos piratas que, a tenor de sus ricos vestidos, lo tomaron por un extranjero ilustre y decidieron secuestrarlo para pedir luego un rescate. Ya en alta mar, viendo su serenidad y apostura, muchos sospecharon de su identidad divina y quisieron deshacer lo hecho pero al final pudo más el afán de riquezas y los captores se mantuvieron en su malvado propósito. Entonces Dionisio, sin perder en ningún momento su sonrisa, llenó mágicamente de enredaderas, flores y hojas los mástiles y cubierta del barco. Luego se trasformó en un león con un gran oso a su lado y los piratas, despavoridos, saltaron al mar donde se convirtieron en delfines. Y es así que, desde entonces, sirven de por vida al epicúreo dios gentilmente.
Este es según dicen el origen de los delfines, de los llamados "espíritus del mar". Pero de esta historia se derivan muchas otras... Incluso el dios antagónico de Dionisio por antonomasia, el luminoso Apolo (¿os acordáis del concepto yin-yang de la entrada anterior?) juega un papel en la historia ya que se dice que fue el encargado de domesticar a los delfines y, por ello, siempre que era invocado como Delfino o Delfiniano, se erigía como guía y protector de los navegantes. Se dice también que este Apolo Delfino y su hijo Ítalo sufrieron un accidente en alta mar y que un grupo de delfines lo rescató con bien, depositándoles exánimes junto al monte Parnaso, no muy lejos donde luego se levantaría un templo en honor al dios que alcanzaría renombre por su famosísimo oráculo: Delfos.
En fin, así podría seguir... Aunque la conclusión es clara: De seres míticos, venerados, criaturas sobre los que los propios dioses no toleraban agresión alguna... a la angustiosa situación actual de Kalamos y otros muchos lugares como él. Sí, en efecto, la inocencia siempre es vulnerable... por ello, más allá de dioses y religiones y en su sentido más profundo, debería ser SAGRADA.
 Sin que sirva de precedente, hoy no os ofreceré ningún vídeo. Hoy toca cuentos y un cuento final será lo que os presente. Este lo he encontrado por casualidad, fisgando por aquí y por allá, y me ha parecido tan honesto, tan limpio, tan bienpensante, en una palabra, tan inocente en la acepción más bella de la palabra, que creo que por esta vez está bien hecha la sustitución.
 
Los mitos perviven en el tiempo y apelan a esa parte inocente del alma que, por muchos años que pasen, nunca debería morir.

El mito de los delfines

El mito de los delfines
Cuentan las olas que la princesa Ness deseaba ser un delfín para sumergirse en el mar y recorrer todos los países acuáticos donde sus aguas eran de bellísimos colores. Un día su deseo fue tan grande que despertó al dios del océano de su sueño de siglos. El dios del agua le dijo que le concedería su deseo, pero tenía que esperar a la tarde del oro, el único momento en que los humanos podían convertirse en delfines.
La pequeña princesa esperó y esperó, hasta que una tarde un hermoso resplandor dorado surcó el horizonte; las aguas brillaban tanto que parecían encantadas. La niña escuchó unas extrañas voces que iban acercándose a la orilla; eran los delfines que la llamaban: ¡Ness! ¡Ness! ¡Ness!… Sin dudarlo, la princesa niña se quito su pequeña corona y se arrojó al mar. En ese mismo instante su cuerpo comenzó a transformarse, le nacieron aletas y su piel se volvió resbaladiza como la de un delfín.
Cuando logró ser un delfín, siguió a los otros delfines que le mostraron los secretos del mar, aprendió a reír y a jugar pero lo que nunca pudo imaginar la pequeña princesa era que su peor enemigo serían los humanos. Pronto pudo comprobarlo, al tener que huir de las redes de los pescadores para salvar su vida. En ese momento, la pequeña delfín quiso convertirse de nuevo en niña. El dios del agua le preguntó: ¿qué tesoros del mar te llevarías a la tierra? La princesa, recordó las perlas de nácar, los tesoros de los galeones perdidos… De pronto, Ness recapacitó. Encontró el mejor tesoro que podría llevarse a su reino y le contestó al hombre del agua: me llevaré el Arte, el Tao y el Amor, es lo más importante que me han enseñado mis amigos los delfines.
Instantáneamente la princesa Ness apareció tendida en la arena al lado de su pequeña corona, volvía a tener su cuerpo de niña.
En ese momento decidió que consagraría su vida a propagar las enseñanzas de sus queridísimos amigos los delfines: enseñaría a todos los niños de su reino a reír y a jugar para que vivieran felices. Y desde aquel día mágico, cuentan las olas que la princesa Ness, compartió con su príncipe azul, el Arte, el Tao y el Amor que le enseñaron sus amigos los delfines. Aprendieron que la alegría es la puerta del amor, crecer aprendiendo los valores esenciales para afrontar la vida, confiando en sí mismos y aprendiendo sin miedo al futuro.

Texto: Vanessa Rodríguez García, inspirado en el cuento “La tarde de plata” de Rosa Mª Badillo en su libro “Cuentos para delfines”.











domingo, 17 de marzo de 2013

Rorcuales: Los gigantes del mar.

RORCUAL COMÚN (Balaenoptera physalus)

Es el segundo rorcual (suborden de los misticetos, también llamados ballenas o cetáceos con barbas) más grande del mundo, después de la ballena azul. Las hembras suelen medir entre 19 y 22 m (75 toneladas), aunque se han descrito individuos de 24 m en el Hemisferio Norte y 27.1 m en el Hemisferio Sur (120 toneladas). En general, los machos presentan un tamaño mas pequeño, unos 2 m inferiores a las hembras.
La razón de su pigmentación asimétrica de la mandíbula inferior (siendo muy oscura en el lado izquierdo y blanca en el lado derecho), única en cetáceos, todavía no se ha podido explicar.
Distribución
Su distribución es cosmopolita. Se encuentra en casi todos los océanos, normalmente de zonas templadas a zonas polares y menos frecuentemente en los trópicos. Es común avistar los rorcuales comunes en zonas costeras, pero también esta especie habita el mar abierto. En el Mediterráneo hay una población que se distingue genéticamente de la del Atlántico Norte.
Se alimentan de krill, pequeños peces (arenque, aguacioso, capelín) y cefalópodos que pueden capturar a más de 200m de profundidad. Con sus barbas (de 260 a 480), suspendidas al maxilar y de menos de 1m de longitud, filtran el alimento. En la parte ventral del cuerpo presentan de 50 a 100 largos surcos entre las aletas pectorales. Estos permiten aumentar la capacidad bucal y torácica cuando se despliegan al entrar agua y alimentos, recuperando su aspecto inicial, al expulsar el agua a través de las barbas, y su forma hidrodinámica.
Lo más frecuente es observarlos, bien en solitario o bien formando grupos no demasiado numerosos de 5 a 7 individuos como máximo, aunque en determinadas áreas de alimentación puedan concentrarse hasta el centenar de ejemplares.

 
 
 
 
Ciclo biológico
No se dispone de mucha información sobre la reproducción de esta especie ni si existen zonas específicas de apareamiento o de cría. Los machos alcanzan su madurez sexual con 17 m aproximadamente y las hembras con 18, a los 6-7 años de edad. El ciclo de reproducción es de dos a tres años. Tras un periodo de gestación de 11 a 12 meses nace una cría de 6 - 6.5 m y 1800-2700 kg. Las crías lactantes permanecen con sus madres los primeros 6 a 8 meses de su vida.
Los rorcuales comunes tienen una esperanza de vida de alrededor de 80 años.

Señales acústicas
Los rorcuales, al igual que todos los misticetos, no emiten clicks, sino unas vocalizaciones, en forma de cantos y llamadas (songs and calls) cuyo mecanismo de producción sigue siendo materia de estudio. Podría intervenir aquí, a diferencia de los odontocetos (cetáceos con dientes, como los delfines que carecen de cuerdas vocales) la laringe. Dichas vocalizaciones en el caso de los rorcuales comuens se producen a muy baja frecuencia y por tanto pueden propagarse a lo largo de cientos de kilómetros, utilizando canales acústicos submarinos formados por las diferencias de salinidad y temperatura de las diferentes capas de agua.

Las principales amenazas
Desde principios del s.XX hasta 1986, la principal amenaza que esta especie sufrió fue la caza a gran escala. Actualmente, su caza está prohibida en todos los países, excepto en Islandia (desde 2003), donde se ha anunciado que se cazarán 9 rorcuales comunes hasta agosto del 2007. Sin embargo, todavía siguen presentes algunas amenazas como las colisiones con buques, la contaminación química y/o inorgánica y la contaminación acústica. A pesar de ser un animal de natación veloz (puede alcanzar más de 30 km/h) las colisiones con buques son una causa común de muerte, en particular en el Mediterráneo. (Sons de Mar)

Como recordaréis, a finales del año pasado retomé este blog con el propósito de hacer un repaso de los animales marinos que pueblan mis novelas. Y empecé por las megapteras o yubartas, en honor de mi buena amiga Rocalla, la primera en dar la bienvenida a Rielar en su vuelta a los reinos del Mar. Ahora voy a hablar de, digamos, la otra rama de la gran  familia Balaenopteridae, los Rorcuales, y más concretamente, de los rorcuales comunes que, sin llegar a las insuperables dimensiones de sus primos los rorcuales azules (mayores aún que los famosos dinosaurios) dejan a la inmensa hermana de Eliom convertida en una  delicada y, sobre todo, menuda damisela.
Tras despedirse de aquel viejo zifio que les otorgó la quinta virtud, la de la verdad, el siguiente encuentro de Élias y su grupo, ya a punto de dejar atrás el Mediterráneo occidental y de adentrarse en la cuenca más oriental, se produce con unos hermanos, gemelos para más señas (entre los cetáceos aunque infrecuentes, a veces se dan nacimientos gemelares) pertenecientes al género balaenoptera phylasus. O, lo que es lo mismo, con dos inmensos y poderosos rorcuales comunes.
Ellos serán los encargados de activar la quinta piedra de Ceto y, como no podía ser de otro modo, al igual que los dos platillos de una simbólica balanza, uno desde la severidad, otro desde la benevolencia, uno desde el pesimismo, otro desde el optimismo, uno desde la intransigencia, otro desde la permisividad, lo harán con la siempre dual virtud de la justicia.
Y, hablando de dualidades... Ya os comenté en la entrada anterior que os explicaría el por qué de las Piedras de Ceto y sus virtudes y creo que ahora ha llegado el momento de hacerlo.
Empezaré diciendo que, a mi modo de ver, la historia del pensamiento es, en cierta forma,el milenario intento de desentrañar el secreto de la naturaleza dual de la realidad. El ser humano, en todo tiempo y lugar, ha observado el eterno contraste entre los contrarios dando, a grosso modo, dos explicaciones igualmente contrapuestas:
-Por un lado, desde Parménides a Platón pasando por los distintos panteismos y, a la postre, fanatismos, se ha defendido la idea de que una de las "partes" de esa dualidad era la auténtica realidad y la otra, sea una falsa apariencia, un engaño de los sentidos o lo que se quiera, algo apenas más digno de consideración que una perversa entelequia. Este es un camino peligroso pues cuando el pensamiento da paso a los valores no es difícil acabar ensalzando uno y demonizando el otro lo que, en la praxis humana, acaba derivando en todo tipo de dicotomías "amputadoras": lo que no es lo correcto es lo incorrecto, da igual que hablemos de religiones, razas, sexos o lo que se quiera discriminar. Sólo existe una única realidad; la mía. Cualquier otra en el mejor de los casos se deberá ignorar y, en el peor... derrotar y aniquilar en aras de la única y luminosa verdad.
-Pero existe otra opción a ese reconocimiento dual de la realidad. Y es valorarla en su completitud sin renegar de sus dos caras sino, antes bien, comprendiendo que existe una correcta y armoniosa alternancia e incluso reconociendo que solo juntos el día y la noche, el frío y el calor, lo femenino y lo masculino, lo mío y lo tuyo, llevan a su plenitud esa misma realidad que lo constituye todo. Desde un punto de vista, todo es lo mismo en su importancia, bondad y dignidad pues en ese todo se encierra el equilibrio y desde otro punto de vista, cada faceta aparentemente antitética encierra su propia belleza y razón de ser pues, en la eterna rueda de la vida, todo acaba siendo todo, ya lo es en realidad, en lo blanco está lo negro y en los negro lo blanco porque uno es lo otro y, con el tiempo, a su contrario volverá en un siempre renovado ciclo sin fin.
Y esa esfera mitad blanca y mitad negra separada por un serpenteante equilibrio y que exhibe, reivindicativa, un punto de color contrario en el seno de cada hemisferio es una imagen que seguro que no os resulta del todo desconocida... Es la más emblemática del pensamiento taoista y es la que muestra la naturaleza yin-yang de la realidad. Podía haber elegido entre un surtido bastante amplio de "panteón de virtudes" (en el fondo, muy semejantes) pues creo que cada religión o corriente espiritual tiene el suyo, pero yo comulgo con este segundo tipo de pensamiento que postula el concepto de dualidad como algo integrador, enriquecedor, que suma y no resta, que aglutina y no segrega, que reivindica lo hermoso de la sombra de igual modo que lo hermoso de la luz, pues ambos son inseparables e interdependientes.
En esa artificial y dañina antítesis entre lo rectilíneo y lo curvo, lo apolíneo y lo dionisiaco, lo seco y lo húmedo, de la que no se libran ni los racionales y sesudos eruditos de los grandes océanos, los cetáceos del recoleto e íntimo Mediterráneo serán lo encargados de reivindicar la inteligencia emocional frente a la siempre monolítica inteligencia racional, no para desbancarla (como ha pretendido siempre esta última con "lo diferente") sino para aglutinarla y abrazarla amorosamente, haciendo nacer por fin la comprensión-compasión necesaria para redimir la vida entera.
En el camino del Tao existen siete virtudes (ocho con la rectitud, que a la postre las engloba a todas llevándolas a su culminación) y, todas ellas, conducen a esa biófila asunción de la realidad. Son: El amor, la humildad, la solidaridad, la verdad, la justicia, la inocencia y la misericordia. Estas dos últimas aún no han sido mostradas, pero todo llegará...
Y ¿por qué he esperado hasta este preciso momento para contaros todo esto? Pues porque la coloración asimétrica del rostro de los rorcuales, blanco en una mitad y oscuro en la otra, es algo tan único y atípico en el reino animal que bien puede llevarnos a la reflexión como símbolo viviente del binomio yin-yang y porque es ahora, con la  virtud de la justicia que nos traen estos dos colosos marinos donde mejor ejemplificado queda que una visión integradora, que contemple todos los factores y puntos de vista, será nuestra única posibilidad de redención, entre unos y otros y con el planeta en su conjunto. Esa es mi fe.

Finalmente, aquí tenéis un vídeo sobre un rorcual... azul. Aunque los rorcuales comunes que salen en la novela ocupan un muy honroso segundo puesto, he optado por ofreceros al, por otro lado muy semejante, "hermano mayor": La todopoderosa ballena azul, la más grande entre las grandes. Y lo he hecho, entre otras cosas, porque en esta entrada he reivindicado el contemplar la verdadera grandeza de las cosas... aquella que no olvida, pues se sabe dual, la igualmente hermosa pequeñez que también encierran.


















 

sábado, 9 de marzo de 2013

Zifios: El mejor "sónar", la peor suerte

 EL SOFISTICADO "SÓNAR" DE LOS ZIFIOS
(artículo de masmar.com)
  El complejo y delicado sistema de ecolocación de los cetáceos es también su “talón de Aquiles”, pues les ha puesto en el punto de mira de los experimentos militares
Todas las especies de odontocetos (cetáceos con dientes) utilizan un sistema de “sónar” para comunicarse y detectar a sus presas. El delicado y perfecto sistema craneal de un zifio es capaz de producir sonidos que rebotan sobre objetos y seres del fondo marino, especialmente en aquellos lugares donde la visibilidad es baja o nula, y que le son devueltos en forma de ondas a través de su mandíbula inferior, dándole una completa definición de lo que hay a su alrededor. Por tanto no es casual que la Armada estadounidense se haya centrado sobre esta especie de cetáceos como modelo experimental para desarrollar y perfeccionar sus sónares militares. Paradójicamente, el complejo sistema de comunicación de estos mamíferos marinos, copiado por los humanos para controlar los océanos, se está volviendo contra ellos y empieza a ser una seria amenaza. ¿Por qué los zifios? Existen en el mundo unas 22 especies de zifios cuya longitud varía entre los 3,7 metros y casi 1.000 kilos de peso del zifio enano (Mesoplodon peruvianus) y los casi 13 metros y 15 toneladas del enorme zifio de Baird (Berardius bairdii). La mayoría de estos animales han pasado desapercibidos para la ciencia hasta décadas recientes. De hecho, cuatro especies han sido descubiertas en los últimas dos décadas. Algunas de ellas tan sólo se conocen por unos pocos ejemplares varados en la costa. Y existe una especie de la que sólo se sabe de su existencia por el hallazgo de sus restos.
< Contrariamente a lo que ocurre con otros muchos odontocetos (algo que comparten con los misticetos -ballenas sin dientes-), las hembras son de mayor tamaño que los machos. Las crías al nacer suelen tener un tamaño considerable (entre un tercio y la mitad de los adultos) y, su longevidad se estima en unos 30 años.
Estos animales suelen encontrarse en grupos pocos numerosos, son muy huidizos y permanecen gran parte de su vida bajo el agua. Suelen alimentarse en zonas de profundidades superiores a los 200 metros, llegando incluso a superar los 1.400 metros, como en el caso de los zifios calderón, pudiendo permanecer más de una hora sin salir a respirar nuevamente a superficie. Su alimentación se basa en cefalópodos, peces y crustáceos que encuentran en estas profundidades. Muchas de sus presas son calamares bioluminiscentes. Se ha apuntado la posibilidad de que esta especie pueda identificar los calamares, no sólo por la ecolocación, sino por la vista, al poder identificar los fotósforos de estos animales. También se ha barajado la posibilidad de que algunos tonos claros de la superficie de este animal o la adhesión de bacterias (diatomeas) pueden proporcionarle también luminiscencia a los zifios. La mayoría de estos cetáceos carecen de dientes o no los tienen visibles, salvo en el caso del Tasmacetus (que tiene entre 17 y 27 dientes en cada hemimandíbula) y el genero Berardius (con un par de dientes en cada hemimandíbula inferior) y los dos dientes distintivos (uno en cada hemimandíbula inferior) de los machos del resto de especies. Por lo tanto, se desconoce la forma en que realizan la captura de sus presas, aunque estudios recientes parecen achacar ésta a un sistema combinado de succión por medio de la lengua y de las dos hendiduras que muestran estas especies en la garganta (pliegues gulares). Se cree que los dientes en muchos zifios es un distintivo sexual y que puede ser utilizado en luchas durante la temporada de apareamiento, como así parecen demostrar las habituales cicatrices que muestran estos animales. No se conocen apenas predadores para estas especies, salvo el ser humano, que ha cazado y caza algunas de sus especies, y el tiburón cigarro (Isistius brasilensis). Este tiburón de apenas medio metro puede provocar heridas en los zifios que, en caso de ser muy severas, llegan a provocarle la muerte. No obstante, el tiburón cigarro suele considerarse más bien un “parásito” que engaña a los zifios por medio de sus fotosensores haciéndose pasar por una presa para extraer luego a mordiscos algunos centímetros de piel, grasa (y a veces músculo) de los cetáceos. Interés de las armadas en los zifios Es ya conocido por la opinión pública el interés que distintas armadas vienen mostrando por los cetáceos. Desde la utilización de delfines, belugassubmarinistas enemigos. Menos conocidos son, sin embargo, los estudios que desde hace décadas vienen realizando los militares para conocer el sistema de ecolocación de los cetáceos. Todas las especies de odontocetos (cetáceos con dientes) utilizan un sistema de “sónar” para comunicarse y detectar a sus posibles presas. Por medio de la emisión de sonidos a través de su melón (cabeza) y de la recepción de estas ondas rebotadas por la mandíbula inferior, los cetáceos pueden conocer la situación de sus presas en lugares donde la visibilidad sea baja o nula. Los zifios tienen un sistema especialmente complicado de ecolocación que los ha convertido en punto de interés especial. El cráneo tienen una gran cantidad de cavidades (senos) que le permiten articular gran diversidad de sonidos y su mandíbula inferior (dos hemimandíbulas fusionadas en su extremo más exterior) es muy frágil y de poca consistencia, los que las dota de una gran capacidad y precisión a la hora de recoger los sonidos rebotados. Estos animales suelen alimentarse en lugares de gran profundidad, donde las temperaturas del agua son muy bajas y la entrada de la luz es nula, por lo que sólo la bioluminiscencia o la ecolocación pueden permitir conseguir la captura de sus presas. La OTAN ha llevado a cabo estudios muy diversos sobre el sistema de ecolocación de estos cetáceos para obtener datos y conocimientos que puedan aplicar a las prácticas militares.
Dichos estudios han permitido conocer una amplia gama de sonidos utilizados por estos cetáceos; desde las secuencia de clicks a un intervalo de 0.07 segundos a otros de mayor duración, como los silbidos. Aunque muchos de los sonidos que emiten se encuentran entre 1 y 10 kHz, se han detectado sonidos que van entre los 300 Hz y más de 40 kHz) y se cree que pueden oír sonidos en un rango muy superior (entre los 100 Hz y los 80 kHz). También se ha comprobado que son especialmente sensibles a las frecuencias intermedias de este rango, lo que hace que coincida con las utilizadas en sistemas de sónar de media y baja frecuencia. Las investigaciones se ampliaron con posterioridad a conocer el impacto de la contaminación acústica, en especial por los sónares militares que se estaban desarrollando, sobre estos animales. Esto se intensificó tras el varamiento de zifios en las costas griegas después de los ejercicios navales realizados por la OTAN (y que concluyeron que uno de los animales había sufrido un golpe de una onda de sonido de 290 Hz a 15 kilómetros del emisor). Similares conclusiones han sido sacadas de los experimentos realizados por la Armada estadounidense en zonas como Hawai, California o Bahamas, donde también se detectaron, o bien varamientos, o comportamientos anormales en los cetáceos.

Sé que el texto precedente es largo pero me ha parecido interesante copiarlo íntegro ya que muchos de los datos que en él aparecen concuerdan (algunos, muy tristemente) con aquellos que recaban Élias y sus amigos en su encuentro con un viejo zifio en aguas tirrenas. Aquel macho, solo y sordo merced a los dañinos tejemanejes de humanos interesados en su prodigiosa ecolocación, activará la cuarta de las Piedras de Ceto con la virtud de la verdad... de su triste verdad. El grupo le ayudará en lo que pueda pero es, de entre todos los cetáceos a cuestas con sus pesares que pueblan El destino de Élias, el que más lástima me da. Quizá sea por la forma en que desgrana él mismo todo lo que el hombre le ha arrebatado, desde una familia feliz (no me pude sustraer a la tentación de parrafrasear el especialmente hermoso comienzo de "cierta novela rusa con nombre de mujer" que seguro que algún lector habrá identificado...)  hasta la pérdida de su capacidad de ecolocación: en cierto modo, la esencia misma de un delfín.
En la próxima entrada intentaré ser más breve. Ah, y con la llegada de la quinta virtud os hablaré, por fin, del significado oculto de las Piedras de Ceto.

No es fácil encontrar vídeos sobre zifios de cuvier ni de zifios en general y la mayoría de los pocos que hay son sobre varamientos. Y ya me parecía más que suficiente de asuntos tristes... Sentía que era necesario un vídeo optimista, quizá protagonizado por aquel mismo viejo macho, ahora esperanzado y feliz, rumbo hacia el santuario Piélagos para mamíferos marinos.
Y, al final, lo encontré.