domingo, 17 de marzo de 2013

Rorcuales: Los gigantes del mar.

RORCUAL COMÚN (Balaenoptera physalus)

Es el segundo rorcual (suborden de los misticetos, también llamados ballenas o cetáceos con barbas) más grande del mundo, después de la ballena azul. Las hembras suelen medir entre 19 y 22 m (75 toneladas), aunque se han descrito individuos de 24 m en el Hemisferio Norte y 27.1 m en el Hemisferio Sur (120 toneladas). En general, los machos presentan un tamaño mas pequeño, unos 2 m inferiores a las hembras.
La razón de su pigmentación asimétrica de la mandíbula inferior (siendo muy oscura en el lado izquierdo y blanca en el lado derecho), única en cetáceos, todavía no se ha podido explicar.
Distribución
Su distribución es cosmopolita. Se encuentra en casi todos los océanos, normalmente de zonas templadas a zonas polares y menos frecuentemente en los trópicos. Es común avistar los rorcuales comunes en zonas costeras, pero también esta especie habita el mar abierto. En el Mediterráneo hay una población que se distingue genéticamente de la del Atlántico Norte.
Se alimentan de krill, pequeños peces (arenque, aguacioso, capelín) y cefalópodos que pueden capturar a más de 200m de profundidad. Con sus barbas (de 260 a 480), suspendidas al maxilar y de menos de 1m de longitud, filtran el alimento. En la parte ventral del cuerpo presentan de 50 a 100 largos surcos entre las aletas pectorales. Estos permiten aumentar la capacidad bucal y torácica cuando se despliegan al entrar agua y alimentos, recuperando su aspecto inicial, al expulsar el agua a través de las barbas, y su forma hidrodinámica.
Lo más frecuente es observarlos, bien en solitario o bien formando grupos no demasiado numerosos de 5 a 7 individuos como máximo, aunque en determinadas áreas de alimentación puedan concentrarse hasta el centenar de ejemplares.

 
 
 
 
Ciclo biológico
No se dispone de mucha información sobre la reproducción de esta especie ni si existen zonas específicas de apareamiento o de cría. Los machos alcanzan su madurez sexual con 17 m aproximadamente y las hembras con 18, a los 6-7 años de edad. El ciclo de reproducción es de dos a tres años. Tras un periodo de gestación de 11 a 12 meses nace una cría de 6 - 6.5 m y 1800-2700 kg. Las crías lactantes permanecen con sus madres los primeros 6 a 8 meses de su vida.
Los rorcuales comunes tienen una esperanza de vida de alrededor de 80 años.

Señales acústicas
Los rorcuales, al igual que todos los misticetos, no emiten clicks, sino unas vocalizaciones, en forma de cantos y llamadas (songs and calls) cuyo mecanismo de producción sigue siendo materia de estudio. Podría intervenir aquí, a diferencia de los odontocetos (cetáceos con dientes, como los delfines que carecen de cuerdas vocales) la laringe. Dichas vocalizaciones en el caso de los rorcuales comuens se producen a muy baja frecuencia y por tanto pueden propagarse a lo largo de cientos de kilómetros, utilizando canales acústicos submarinos formados por las diferencias de salinidad y temperatura de las diferentes capas de agua.

Las principales amenazas
Desde principios del s.XX hasta 1986, la principal amenaza que esta especie sufrió fue la caza a gran escala. Actualmente, su caza está prohibida en todos los países, excepto en Islandia (desde 2003), donde se ha anunciado que se cazarán 9 rorcuales comunes hasta agosto del 2007. Sin embargo, todavía siguen presentes algunas amenazas como las colisiones con buques, la contaminación química y/o inorgánica y la contaminación acústica. A pesar de ser un animal de natación veloz (puede alcanzar más de 30 km/h) las colisiones con buques son una causa común de muerte, en particular en el Mediterráneo. (Sons de Mar)

Como recordaréis, a finales del año pasado retomé este blog con el propósito de hacer un repaso de los animales marinos que pueblan mis novelas. Y empecé por las megapteras o yubartas, en honor de mi buena amiga Rocalla, la primera en dar la bienvenida a Rielar en su vuelta a los reinos del Mar. Ahora voy a hablar de, digamos, la otra rama de la gran  familia Balaenopteridae, los Rorcuales, y más concretamente, de los rorcuales comunes que, sin llegar a las insuperables dimensiones de sus primos los rorcuales azules (mayores aún que los famosos dinosaurios) dejan a la inmensa hermana de Eliom convertida en una  delicada y, sobre todo, menuda damisela.
Tras despedirse de aquel viejo zifio que les otorgó la quinta virtud, la de la verdad, el siguiente encuentro de Élias y su grupo, ya a punto de dejar atrás el Mediterráneo occidental y de adentrarse en la cuenca más oriental, se produce con unos hermanos, gemelos para más señas (entre los cetáceos aunque infrecuentes, a veces se dan nacimientos gemelares) pertenecientes al género balaenoptera phylasus. O, lo que es lo mismo, con dos inmensos y poderosos rorcuales comunes.
Ellos serán los encargados de activar la quinta piedra de Ceto y, como no podía ser de otro modo, al igual que los dos platillos de una simbólica balanza, uno desde la severidad, otro desde la benevolencia, uno desde el pesimismo, otro desde el optimismo, uno desde la intransigencia, otro desde la permisividad, lo harán con la siempre dual virtud de la justicia.
Y, hablando de dualidades... Ya os comenté en la entrada anterior que os explicaría el por qué de las Piedras de Ceto y sus virtudes y creo que ahora ha llegado el momento de hacerlo.
Empezaré diciendo que, a mi modo de ver, la historia del pensamiento es, en cierta forma,el milenario intento de desentrañar el secreto de la naturaleza dual de la realidad. El ser humano, en todo tiempo y lugar, ha observado el eterno contraste entre los contrarios dando, a grosso modo, dos explicaciones igualmente contrapuestas:
-Por un lado, desde Parménides a Platón pasando por los distintos panteismos y, a la postre, fanatismos, se ha defendido la idea de que una de las "partes" de esa dualidad era la auténtica realidad y la otra, sea una falsa apariencia, un engaño de los sentidos o lo que se quiera, algo apenas más digno de consideración que una perversa entelequia. Este es un camino peligroso pues cuando el pensamiento da paso a los valores no es difícil acabar ensalzando uno y demonizando el otro lo que, en la praxis humana, acaba derivando en todo tipo de dicotomías "amputadoras": lo que no es lo correcto es lo incorrecto, da igual que hablemos de religiones, razas, sexos o lo que se quiera discriminar. Sólo existe una única realidad; la mía. Cualquier otra en el mejor de los casos se deberá ignorar y, en el peor... derrotar y aniquilar en aras de la única y luminosa verdad.
-Pero existe otra opción a ese reconocimiento dual de la realidad. Y es valorarla en su completitud sin renegar de sus dos caras sino, antes bien, comprendiendo que existe una correcta y armoniosa alternancia e incluso reconociendo que solo juntos el día y la noche, el frío y el calor, lo femenino y lo masculino, lo mío y lo tuyo, llevan a su plenitud esa misma realidad que lo constituye todo. Desde un punto de vista, todo es lo mismo en su importancia, bondad y dignidad pues en ese todo se encierra el equilibrio y desde otro punto de vista, cada faceta aparentemente antitética encierra su propia belleza y razón de ser pues, en la eterna rueda de la vida, todo acaba siendo todo, ya lo es en realidad, en lo blanco está lo negro y en los negro lo blanco porque uno es lo otro y, con el tiempo, a su contrario volverá en un siempre renovado ciclo sin fin.
Y esa esfera mitad blanca y mitad negra separada por un serpenteante equilibrio y que exhibe, reivindicativa, un punto de color contrario en el seno de cada hemisferio es una imagen que seguro que no os resulta del todo desconocida... Es la más emblemática del pensamiento taoista y es la que muestra la naturaleza yin-yang de la realidad. Podía haber elegido entre un surtido bastante amplio de "panteón de virtudes" (en el fondo, muy semejantes) pues creo que cada religión o corriente espiritual tiene el suyo, pero yo comulgo con este segundo tipo de pensamiento que postula el concepto de dualidad como algo integrador, enriquecedor, que suma y no resta, que aglutina y no segrega, que reivindica lo hermoso de la sombra de igual modo que lo hermoso de la luz, pues ambos son inseparables e interdependientes.
En esa artificial y dañina antítesis entre lo rectilíneo y lo curvo, lo apolíneo y lo dionisiaco, lo seco y lo húmedo, de la que no se libran ni los racionales y sesudos eruditos de los grandes océanos, los cetáceos del recoleto e íntimo Mediterráneo serán lo encargados de reivindicar la inteligencia emocional frente a la siempre monolítica inteligencia racional, no para desbancarla (como ha pretendido siempre esta última con "lo diferente") sino para aglutinarla y abrazarla amorosamente, haciendo nacer por fin la comprensión-compasión necesaria para redimir la vida entera.
En el camino del Tao existen siete virtudes (ocho con la rectitud, que a la postre las engloba a todas llevándolas a su culminación) y, todas ellas, conducen a esa biófila asunción de la realidad. Son: El amor, la humildad, la solidaridad, la verdad, la justicia, la inocencia y la misericordia. Estas dos últimas aún no han sido mostradas, pero todo llegará...
Y ¿por qué he esperado hasta este preciso momento para contaros todo esto? Pues porque la coloración asimétrica del rostro de los rorcuales, blanco en una mitad y oscuro en la otra, es algo tan único y atípico en el reino animal que bien puede llevarnos a la reflexión como símbolo viviente del binomio yin-yang y porque es ahora, con la  virtud de la justicia que nos traen estos dos colosos marinos donde mejor ejemplificado queda que una visión integradora, que contemple todos los factores y puntos de vista, será nuestra única posibilidad de redención, entre unos y otros y con el planeta en su conjunto. Esa es mi fe.

Finalmente, aquí tenéis un vídeo sobre un rorcual... azul. Aunque los rorcuales comunes que salen en la novela ocupan un muy honroso segundo puesto, he optado por ofreceros al, por otro lado muy semejante, "hermano mayor": La todopoderosa ballena azul, la más grande entre las grandes. Y lo he hecho, entre otras cosas, porque en esta entrada he reivindicado el contemplar la verdadera grandeza de las cosas... aquella que no olvida, pues se sabe dual, la igualmente hermosa pequeñez que también encierran.


















 

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