miércoles, 29 de mayo de 2013

Sirénidos: El secreto de las pastoras.

 
Cuando los viajeros europeos comenzaron a explorar los mares tropicales de África y de Asia, se toparon con animales reales que les recordaban en todos sentidos a las sirenas sobre las que habían escuchado en los relatos de la época. Se trataba de los dugongos de los océanos Índico y Pacífico (1) y de los manatíes del Atlántico africano (2). Estos mamíferos marinos son clasificados en el orden Sirenia, un nombre que hace alusión a su semejanza con las sirenas de las leyendas. Los sirenios tienen un cuerpo rechoncho de varios cientos de kilogramos, carecen de extremidades posteriores y su cola está transformada en una poderosa aleta. Se trata de mamíferos que se alimentan exclusivamente de pastos marinos, por lo que están restringidos a las aguas someras cercanas a los continentes en donde pueden encontrar alimento. No es difícil imaginar la sorpresa con la que los marinos del siglo XV habrían observado a estos dóciles animales, tomándolos sin la menor duda como auténticas sirenas.
Después del descubrimiento de América, los viajeros europeos se toparon con una tercera especie de sirenio, el manatí del Caribe (3), que se distribuye en la costa atlántica de América, desde Brasil hasta el sur de los Estados Unidos. De hecho, Cristóbal Colón observó tres de estos animales en enero de 1493 cuando navegaba en las cercanías de la isla Española. El almirante genovés describió los animales como sirenas, aunque comentó que “no eran ni la mitad de bellas de lo que las pintan.” Los exploradores portugueses descubrieron posteriormente otra especie de manatí habitando las aguas del río Amazonas (4).
En 1741, la expedición de Vitus Bering a los mares del Ártico descubrió –para la ciencia europea– un tipo de sirenio muy especial. La vaca marina de Steller (5), llamada así en honor del naturalista que acompañó a Bering en sus viajes, era un gigante entre los sirenios pues llegaba a medir hasta nueve metros y pesar más de seis toneladas. La docilidad de este animal y la ferocidad con la que fue cazado por los viajeros europeos llevaron a la especie a la extinción menos de 27 años después de su descubrimiento para la ciencia. (fragmento del post del 16/02/12 de Héctor T. Arita en su página "Mitología Natural". Me ha parecido muy bien resumido, así que yo solo he añadido los números de las cinco especies, una ya extinta)
 
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Los sirenios, o cuanto menos sus pastoras, salen a escena en dos momentos muy diferentes de la aventura de Rielar.Y el caso es que ambas tienen mucho que ver con Áldero. Pero mientras la primera vez, en el profundo Lusca, son un grupo de pastoras de manatíes antillanos las que reciben los galanteos del muchacho, en la segunda, con muchos cambios de por medio, es él el que permanece a la defensiva de las atenciones de las chicas, que ahora son pastoras de dugongos a orillas de una playa en Nicobar, en el Índico. Sin embargo, aunque la actitud de Áldero ha cambiado radicalmente, los dos grupos de pastoras, aun siendo distintas en todo, responden a un mismo patrón: serían la imagen más cercana a lo que todos entendemos por SIRENAS. Jóvenes, hermosas, con la mitad inferior pintada de un extraño acuagel de color verdemar y la superior solo cubierta con escuetos adornos marinos... y tan silenciosas, esquivas pero a la vez coquetas, en definitiva, tan inalcanzables y enigmáticas como solo sabe serlo una auténtica sirena.
¿Quiénes son realmente las pastoras? Ni los propios habitantes de los Reinos del Mar sabrían responder satisfactoriamente a esto. Recuerdo que Xavi Fora Soriano, uno de los pocos que ha leído de momento El Sexto Océano ya que, con una inmensa generosidad por su parte, se ha ofrecido a ilustrarlo (una maravilla, ya veréis...), me dijo que lo único que echaba de menos es más información sobre el reino de las pastoras. Y es que, aunque en Élias no se las menciona, si vuelven a aparecer en la tercera y última entrega de la saga, y nada menos que en la inmediaciones de su patria ancestral.
Esta velada "petición" de mi amigo me ha dado muchos quebraderos de cabeza en estos meses. Se supone que aún estoy a tiempo de ahondar en el asunto y creed que tengo mucho que agradecer a Xavi y que me encantaría complacerle pero... Pero no sé si estaría haciendo lo correcto. Os lo explicaré.
Distribución manatíes
Distribución dugongos
 
Debo empezar diciendo que me he dado cuenta de que mis libros, más que de fantasía al uso son, vistos desde el punto de vista del saber oceanográfico, más cercanos a la ciencia-ficción. Esto es, aunque no me he privado de introducir determinados elementos legendarios o mitológicos y muchas de las premisas en las que me baso son claramente "acientíficas", en términos generales todo lo que sucede en mi universo submarino podría, en efecto, estar sucediendo de hecho en el aquí y en el ahora. Se trata de nuestro tiempo, nuestros mares, nuestro planeta... y no de la Tierra Media o el País de las Maravillas. Y, mucho menos, del reino de las sirenas.
En ese contexto, podría explicar el origen y naturaleza de las pastoras de dugongos y manatíes del mismo modo que ya he hecho con otros profundos, sean recolectoras, eruditos, ingenieros o patrullas de uno u otro océano, por poner algunos ejemplos. Ignorando a los manatíes fluviales del Amazonas y de los ríos del Senegal, incluso sería fácil adscribirlas a alguno de los tres enclaves principales ya que, curiosamente, la distribución de los otros 3 grupos de sirénidos coincide con el Lusca, en el caso de los manatíes antillanos, con Pueblo Grana en el de los dugongos e incluso con Aureum, en el triste caso de la extinta vaca marina de Steller. Sí, sería realmente fácil. Pero, al final, me he negado por una sencilla razón. Y esa no es otra que porque me resisto a renunciar a la fantasía. Y tampoco quiero que el mundo que yo he creado, sus moradores, renuncie a ella.
Prefiero imaginar unos Reinos del Mar en los que los humanos que los pueblan no lo sepan todo, que los niños y los no tan niños aún tengan leyendas, realidades que escapan a su razón, misterios sin explicación que alimenten sueños, historias maravillosas, cuentos por contar. Cuando estudié a los presocráticos, me enseñaron que "El logos destruye al mitos"; quizá ese momento siempre acaba llegando pero, en parte, es una lástima y antes de, digamos, destripar el cuento, está muy bien el poder disfrutar de la riqueza de esos mitos.
Por eso, Xavi, no te contaré más de lo que ya narro en el Sexto Océano sobre las pastoras. No antes de haber abandonado el mundo real, el planeta Tierra tal como lo conoce la ciencia oceanográfica y habernos trasladado al mundo mágico de los océanos.  No antes de haberte hablado de aquella niña que, siendo casi un bebé, fue salvada de morir ahogada en un recodo del río Amazonas, a pocos pasos de su aldea. De cómo sus salvadoras, pastoras de manatíes o náyades o nereidas ¡qué más da!, no la dejaron regresar a su hogar pero, a cambio, la aceptaron entre ellas como una más. Le enseñaron el lenguaje secreto de los animales acuáticos, a cabalgar sobre rosados delfines fluviales... y a apacentar los rebaños. Cuando creció, viajó con algunas de sus hermanas a la desembocadura del gran río y de ahí al mar, al encuentro de las otras pastoras. Primero hacia el norte, hacia el Caribe y, tras aprender de las bellas sirenas cobrizas de las Antillas nuevas artes mágicas, luego cruzó el Atlántico hasta África, al inmenso golfo de Guinea, donde conoció a otras sirenas diferentes, esta vez hermosas y oscuras como el ébano. Fueron éstas últimas las que le llevaron, de rebaño en rebaño, al corazón del continente negro, por secretos caminos de agua, preñados de magia y de milagros. Con los años, hizo más viajes, muchos más, convirtiéndose en una sirena tan bella como poderosa, y encontrándose con más hermanas, con las pastoras de dugongos de las inmediaciones de Madagascar y, más tarde, con las del Indopacífico, doradas como el sol, de India a Australia, de Malasia al sur de Japón. También tuvo tiempo de conocer a las siempre tristes blancas sirenas, las de los mares árticos, que no encuentran consuelo después de perder para siempre a sus rebaños. Y quizá también su vida se cruzó con la de un humano, un príncipe de Sri Lanka o un pirata de Borneo, al que amó hasta el fin aun sabiéndolo imposible, y con la de un perverso brujo que un mal día quiso encerrarla en una lámpara maravillosa (o en una gruta o en una madreperla, o en cualquier otro tipo de cárcel, por muy maravillosa que fuera). Pero, gracias al océano, jamás lo consiguió y aún fueron muchas más las aventuras, llenas de prodigios y sortilegios, que siguieron sucediéndole en "esos otros" Reinos del Mar...
Puede que me argumentéis que las cosas no son exactamente así. Que, a la postre, en mis historias ellas son seres de carne y hueso. Frente a eso, os recuerdo a Bilbo Bolsón. Él soñó desde niño con conocer elfos y, en efecto, los conoció. Y se sintió feliz por ello. Pero, más allá de la renuncia al anillo único, fue en casa de Elrond, al retirarse a vivir el cotidiano día a día en Rivendel, rota la magia y el misterio que envolvía su fantasía, el momento en que comenzó realmente a envejecer...
Reivindico los cuentos de hadas, y los cuentos de sirenas. Cuando sean contadas todas las historias de esta niña de la Amazonía y otras tantas niñas, por mí o por quien le plazca, sea en torno a una hoguera o al pie de una cama y, sobre todo, sea en cualquier habitáculo de Ciudad Alba, pequeña playa de Pueblo Grana, medusa gigante de Aureum, pasadizo de Alborán, pecio de Calypso... Entonces, solo entonces, quizá os cuente la verdad sobre las pastoras. Ahora no solo no la sé, es que no me interesa saberla. Y creo que, en el fondo, a Áldero y a los demás (incluso a Xavi), tampoco.
 
Con respecto al vídeo, pido perdón a los más puristas pero ¡qué le vamos a hacer! Hoy me siento "heterodoxa"... Y, además, seamos sinceros; si no lo hago hoy, ¿cuándo podría?
 
 

lunes, 20 de mayo de 2013

Pinnípedos: Jamás hubo una foca en un circo




 

 Los pinnípedos son un suborden de mamíferos placentarios del orden de los carnívoros, adaptados a la vida acuática y marina, con patas cortas y anchas, codo y rodilla envueltos en piel común, dirigidos hacia atrás y con los dedos unidos, el primero más largo, todo lo cual confiere a estos miembros el aspecto y las funciones de aletas.

      Su cuerpo es sensiblemente pisciforme, adelgazado por detrás y terminado en una cola muy corta y deprimida; sus molares no están diferenciados y su panículo adiposo, muy grueso, constituye una protección contra el frío de las altas latitudes que suelen frecuentar. Son torpes sobre tierra y muy ágiles en el agua.

      Se reparten en tres familias, que son: los otáridos, lobos, osos y leones marinos; los odobénidos o morsas y los fócidos, focas y elefantes marinos. (EL web de Duiops) (Os he puesto menos información que en otras ocasiones. Si queréis saber más os sugiero la sección dedicada a los pinnípedos de la página El Hogar Natural; está muy bien resumido con fotos-ficha de cada una de las especies de las tres familias)

 

Al abordar esta entrada, lo primero que me ha venido a la mente es el recuerdo de lo poco que sabía sobre los océanos cuando decidí adentrarme en esta aventura de Los Reinos del Mar. No es que ahora sepa gran cosa, sigo sin saber casi nada... y realmente seguiría sin conocer ni una ínfima parte de lo que está por descubrir aunque dedicara mi vida entera al empeño puesto que, más allá del esfuerzo humano, el océano se revela como una realidad tan inmensa como inabarcable. La famosa frase socrática de "solo sé que no sé nada" jamás ha estado mejor empleada que cuando hablamos de la multidimensional e ingente masa de agua que ocupa la mayor parte de nuestro planeta.

A este respecto, una de mis más flagrantes "lagunas" tiene mucho que ver con los pinnípedos. Hasta hace bien poco, yo llamaba focas a esos oscuros y lustrosos animales con rígido babero de volantes alrededor del cuello y pelota en equilibrio sobre la nariz que suele haber en los circos y cuya foto encabeza esta entrada. Nunca los vi actuar en persona (afortunadamente, pues la exhibición de sus domadas "habilidades" me parece un espectáculo cruel) pero siempre creí que se trataba de focas. Y en realidad no lo son.

Son otarias. Una verdadera foca, mientras está fuera del agua permanece siempre recostada, anatómicamente no es capaz de erguirse (los enormes elefantes marinos machos lo consiguen apenas en sus formidables peleas por las hembras, pero con muchísimo esfuerzo). Incluso la tercera familia, las morsas, solo lo logra merced a sus colmillos-bastones. No, los únicos que más o menos pueden alzarse del suelo y "andar" propiamente hablando son los otáridos. Pero todo queda compensado pues en el ranking de estos tres grupos los más torpes en tierra acaban siendo los más hábiles en el agua, y ese es a fin de cuentas el destino que eligieron todos cuando sus ancestros optaron por regresar al mar.
En mis novelas, hay varias referencias más o menos directas a los pinnípedos. Focas franjeadas, morsas, focas leopardo... Pero hay dos, uno macho y otra hembra, una foca y otra otaria... y en ellos me detendré. Hoy hablaré de Dulce y de Pomodoro. Tan distintos como un día supe que eran los que yo, hasta entonces, tan erróneamente había creído iguales... bajo la carpa de un circo.

Algunos ya sabréis algo que debo reconocer por adelantado: me gusta romper clichés. Fue huyendo de los estereotipos que procuré que fuera una mujer, Rielar, la protagonista de mi novela más épica y que, por su parte, se tratara de un hombre, Élias, el que llevara el peso de mi texto más romántico, más lírico si se quiere. No fue una decisión del todo consciente pero así acabó pasando. Pues algo parecido ocurrió también con los dos animales marinos de los que ahora toca hablar. Empecemos por el segundo...
Pomodoro es un macho de foca monje, uno de los pocos ejemplares de una especie casi extinta, antes abundante en el Mediterráneo. Cuando Élias y sus amigos lo conocen en Alborán es una criatura desubicada y solitaria, único en aquellas aguas y, por lo tanto, abocado a la desaparición, suya y de su linaje. Él anhela formar una familia, en su caso una colonia junto con algunas hembras reproductoras con las que perpetuar su moribunda especie. Parece una empresa quimérica, un sueño imposible, pero es su sueño y por él luchará. No se conforma con vivir solo, no le seduce eso de ser un macho libre e independiente... ni siquiera se conformaría, si tuviera tal opción, con dejar su simiente sin más y desentenderse de lo que venga después; es un macho... que quiere crear un hogar llenos de críos. Y es perfecto; es su opción.
Por el contrario, Dulce es una hembra de otaria, de lobo marino antártico para más señas, que ha encontrado en el humano Ezequiel su compañero y amigo para toda la vida. Frente al resto de sus iguales, que acabaron convirtiéndose en madres hace mucho tiempo, ella se siente realizada en su "soltería", sabe que no deviene ni menos ni más por haber elegido ese camino y es feliz viviendo su vida como mejor le place. Su historia se narra en la primera novela y, de hecho, jamás llegan a coincidir ni en el espacio ni en el tiempo pero tanto ella como Pomodoro rompen viejos arquetipos con su libre elección vital: luchar por tener su propia familia en tanto "comunidad de amor", sin coletillas ni aprioris, sea esta de dos o de veintidós, y entendiendo que sus frutos a veces pueden ser hijos pero otras también pueden ser vivencias, proyectos y sueños compartidos. Dulce es una hembra... que no quiere crear un hogar llenos de críos. Y también es igualmente perfecto; es su opción.
En fin, esto es lo que quería contaros hoy. Espero haberme expresado bien pues arrastro los últimos restos de un glorioso resfriado y aún no me siento bien al cien por cien. Confío en que mis limitaciones las supla vuestra sabiduría y, llegado el caso, vuestra benevolencia. Por último, comentaros que ante la disyuntiva de ofreceros un vídeo de sedentarias focas o de dinámicas otarias al uso he decidido "tirar por la calle del medio". Os presento una foca pero una foca muy especial... se trata de la fascinante foca leopardo, feroz como ninguna, un auténtico predador que ocupa en el cono sur el mismo nicho en la cadena alimentaria que el temible oso polar en el, nunca mejor dicho, polo opuesto (el vídeo está en portugués pero creo que se entiende bien y me ha parecido muy interesante. Digamos que, frente al dominio-doma sobre los animales circenses del que os hablaba al principio existe siempre la opción de la amistad... ya lo entenderéis al verlo).
Ah, y la próxima entrada será, tras los cetáceos y los pinnípedos, sobre el tercer grupo de mamíferos adaptados plenamente a los océanos ¿Imagináis de quienes se trata? 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 


 

 





 

 

 
 

 

 
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jueves, 9 de mayo de 2013

Narvales: Los "unicornios" del mar



El narval (Monodon monoceros) es una especie de cetáceo odontoceto de la familia Monodontidae que habita los mares del Ártico y el norte del Océano Atlántico. Es el único integrante del género Monodon y una de las dos especies de la familia junto a la beluga (Delphinapterus leucas).
Los machos de esta especie se caracterizan por presentar un colmillo muy largo y retorcido de manera helicoidal que puede llegar a medir dos metros y pesar hasta diez kilogramos. Se cree que este diente especializado puede ser un receptor sensorial o un carácter sexual secundario.
Esta especie está adaptada a vivir en el Ártico y se alimenta de animales del fondo marino. Carece de aleta dorsal y tiene un tamaño mediano entre los cetáceos, con una longitud promedio en los adultos que oscila ente 4 y 4,5 metros y un peso de entre 1000 y 1600 kg. Posee una dieta que se restringe únicamente a algunos peces y crustáceos, de los cuales se alimenta primordialmente durante los meses de invierno, época en la cual consume un gran volumen de presas que captura en el fondo marino. Para ello debe realizar inmersiones que con mucha frecuencia superan los 800 m bajo la superficie, las cuales pueden durar hasta 30 minutos. Después del cachalote, zifio y elefante marino es el mamífero marino que se sumerge a mayor profundidad.
Se distribuye principalmente en aguas de la región ártica del norte de Canadá, los mares del lado ruso del océano Ártico y al norte del océano Atlántico. Habita principalmente en torno a los bloques de hielo que se forman durante los inviernos prolongados del Ártico, migrando a las bahías y fiordos circumpolares durante el verano. Se cree que la población mundial es de algo más de 75 000 ejemplares. En 2008 fue catalogado en la Lista Roja de la UICN como especie casi amenazada, debido a que se mantiene una caza significativa, controlada, por parte del pueblo inuit en Canadá y Groenlandia (Dinamarca), los cuales se benefician con su carne, grasa y el comercio del colmillo. También se ubicó en esta categoría por la evidente disminución en la población de algunos grupos, la falta de certeza sobre la cifra total de animales y el desconocimiento de las tendencias de crecimiento.
Otras amenazas para la población de este cetáceo son: la depredación por parte de sus enemigos naturales (tiburones, osos polares y orcas), la contaminación por plaguicidas y metales pesados, los atrapamientos dentro de densas capas de hielo al inicio del invierno que les impide moverse a mar abierto muriendo de inanición y por ahogamiento, y la poca capacidad de adaptación ante los cambios climáticos. (Wikipedia)

Tras las blancas belugas que os presente dos entradas atrás, aquí tenemos al otro representante de la pequeña familia monodontidae, también de aguas boreales: El narval. Será este moteado y gris cetáceo, con su desmesurado colmillo, el que nos conduzca a un tema que hacía tiempo que me apetecía tocar y de el que él mismo (o mejor dicho su singular papel en Rielar) es un claro ejemplo: Cuando una novela aspira a ofrecer al lector un universo nuevo, antes inédito, la estructura del relato deviene inexorablemente como el de una muñeca rusa o matrioska, es decir, la trama central que la vertebra deja por el camino muchas otras historias, casi sugerencias de nuevos relatos que están ahí como "un cuento dentro de otro cuento" pero que, digamos, no es el momento de abordar... se diría que permanecen ahí, aguardando, y, quién sabe, puede que quizá merezcan la pena de ser contadas... por alguien... algún día.
Ese podía ser el caso, por ejemplo, de las andanzas de Ezequiel y Dulce por aguas antárticas, los remotos acontecimientos que dieron lugar al señero momento del Pacto y la Piedra y, en relación con ello, los primeros tiempos de las tres razas en su regreso a los Reinos del Mar... o incluso, los largos años de Iris y Rielar tierra adentro y los veranos de ésta última por los distintos puntos costeros de la península ibérica... Sí, podría ser cualquiera pero, para mí (y no solo para mí) "la historia dentro de la historia" que más se echa de menos es aquella relativa al vínculo de amor y amistad que se crea, contra todo pronóstico, entre un grupo de narvales machos y otro de mujeres doradas, muertas en vida como el resto de sus hermanas durante generaciones y generaciones dentro de los dominios de Aureum.

Fijémonos en el mito del unicornio.

Legend-Ridley-Scott
"El unicornio –escribe Héctor T. Arita– es tal vez el animal mítico por excelencia. En los bestiarios de la Edad Media se le reconoce como un animal maravilloso con la habilidad suficiente para derrotar en combate a un elefante y capaz de purificar con su único cuerno las aguas contaminadas para volverlas potables para los demás animales".
Este formidable caballo blanco con su helicoidal "lanza" sobre la frente es el enemigo a abatir pero siempre invencible de los otros "portadores de lanzas" por antonomasia (las connotaciones fálicas son evidentes); los machotes y machistas caballeros andantes. Estos últimos no dudarán en usar el único método infalible para hacerse con el mágico cuerno anti-veneno, con el anhelada asta de la inmortalidad: conducir a una virgen a su encuentro, pues solo ante ella el unicornio renunciará a su fiereza y será así fácil de cazar.
La virginidad de las mujeres de Aureum no es una virginidad de cuerpo sino del alma. Es como si hubieran sido convertidas en unas niñas eternas, jamás dueñas de su destino, menospreciadas precisamente por aquellos que las han hecho lo que son... Nunca se les ha permitido (más que desflorarse) florecer y, en efecto, es eso precisamente lo que rinde la resistencia de hermanarse con profundo alguno, en el corazón de los unicornios, o sea, de los narvales macho: descubrir en aquel pequeño grupo de mujeres doradas ese maravilloso potencial de ser individuos plenos, plenas mujeres en todas su dimensiones, que siempre les ha sido negado y por el que, ellas y ellos juntos a medida que crecen sus mutuos vínculos de afecto, lucharán en secreto por alcanzar. Y lo lograrán.
Me da por pensar que quizá haya habido siempre dos tipos de caballeros andantes. El que nos cuentan las leyendas, imbuidos de arrogancia y cerrazón, vanidosamente fálicos, y encantados de poder reverenciar-manipular (en definitiva, usar y abusar de) la "virginidad" femenina en todas sus formas y otro tipo, muy diferente al primero. Uno, con una viril individualidad tan rotunda como el primero pero capaz de rendirse, de entregarse por entero, siempre desde la igualdad de dignidades, sabiendo  que se debe y se puede crecer al unísono y florecer juntos en una eterna aventura de comunión y amor.
Sí, quizá siempre hayan existido dos tipos... escondidos en lo más profundo del alma de todo hombre, batallando en la floresta como se ve en los antiguos tapices. Quién de los dos gane esa contienda es responsabilidad de cada cual pero el resultado es crucial pues, como ya dijeron Los Inmortales, solo puede quedar uno.
Mi corazón, inmerso en esa historia de doradas y narvales,  en esa historia aún por contar del todo, estará siempre con el noble unicornio. A él le entrego mi cinta en el combate, anhelando que venza en la batalla. Y deseando igualmente, con la rabia de los siglos, que del otro nunca se vuelva a saber nada...
Ah, ahora recuerdo que yo os quería hablar de las historias matrioska... Pues bien, ojalá alguien, no precisamente yo, escriba como se fraguó esa historia de amor entre un grupo de sojuzgadas mujeres doradas y un grupo de narvales, de unicornios del mar, hasta llegar a los acontecimientos que se relatan en Rielar y los Reinos del Mar... Seguro que es una historia digna de ser contada.



miércoles, 1 de mayo de 2013

The Cove: Es tiempo de enmendarse.





Esta entrada es algo especial.
Hoy, uno de mayo, con la placidez que da saber que tienes el regalo de un día festivo en mitad de la semana, he abierto el correo y me he dado de bruces con un mensaje de Clara Luengo Ramos desde mi cuenta en Facebook. ¿Y quién es Clara? Bueno, os podría decir que es una joven y guapa madrileña, amante como yo de los Reinos del Mar y fiel seguidora de las aventuras de Rielar y de Élias pero para mí, a pesar de que habernos visto apenas unos minutos, es mucho más; tiene el talento de haberse convertido nada menos que en dos ocasiones en mi "Pepito grillo", es decir, en algo así como la voz de mi (dormida) conciencia, sin ella pretenderlo y cuando yo más lo necesitaba.
Recuerdo que, la primera vez fue hace ya casi un año, en la Feria del Libro de Madrid, cuando estuvimos hablando del, entonces aún en proyecto, desenlace de la trilogía de los Reinos del Mar, El Sexto Océano. Viendo su interés por mis historias, quise compartir algo del "futuro" que tenía previsto para los protagonistas, futuro en el que uno de ellos pasaba a un discreto segundo plano en la tercera y última novela, en favor de los otros dos a mi modo de ver más relevantes y complejos. En un principio, Clara no tuvo nada que decir y se fue a seguir disfrutando de la Feria pero, para mi sorpresa, al rato regresó visiblemente agitada. Venía a defender a ese personaje, a aquel al que yo no había sabido valorar en su justa medida... Había estado dándole vueltas y, quizá no era tan maduro y cabal como los otros dos protagonistas pero ella lo amaba y apostaba por él. Vino a decirme que en su imperfección residía parte de su encanto y que relegándolo estaba cometiendo un error garrafal: no darle la oportunidad en cierto modo de enmendarse, de mejorar sin dejar de conservar su esencia. En definitiva, estaba negándole la oportunidad de evolucionar.
Como soy bastante dura de mollera, al principio no entendí nada de nada pero aquel verano, escribiendo el Sexto Océano, el relato fue desarrollándose como ella había "pronosticado": ese personaje que de alguna manera yo había menospreciado fue cobrando fuerza y protagonismo, pasando así a estar en plano de igualdad con los otros dos. Y la historia cambió, haciéndose mejor. Digamos que también ella evolucionó. Cuando la leáis, ya lo veréis por vosotros mismos.
La segunda ocasión ha ocurrido esta misma mañana cuando Clara, junto con sus saludos, me ha enviado un vídeo muy especial. Supongo que todos recordaréis, ya que ha sido una de las más visitadas, una entrada que hice en este blog sobre los calderones y la terrible matanza que sufren cada año en aguas de las islas Feroe. Si sirvió para remover algunas conciencias la doy por más que buena pero, por segunda vez, fue entonces cuando volví a meter la pata.
Como soy consciente que tiendo a enrollarme más de la cuenta y me pareció que ya era suficientemente extensa, en dicha entrada solo hice una mención de pasada sobre un documental que, por su gran relevancia, hubiera merecido una mucho mayor dedicación. Se trata de THE COVE, un estremecedor testimonio de las impunes matanzas de delfines que se cometen en el japonés pueblo de Taiji. Está muy bien hecho y creo que merece la pena que dediquemos un rato de este día festivo para verlo. Y, cómo no, para compartirlo.
Éste es precisamente el vídeo que me mandó Clara y el que yo, arrepintiéndome ahora de haberme limitado a citarlo sin más en su momento, paso a ofreceros íntegro en esta nueva entrada. De nuevo, la intervención de Clara me ha hecho enmendarme y, al igual que le ha ocurrido en El Sexto Océano a mi personaje, creo que en el proceso yo misma he evolucionado y, con ello, mejorado.
Pero es que ahí no acaba todo ya que, además de la titánica lucha por denunciar la atroz escabechina que se comete contra esas pobres criaturas, el vídeo encierra otra historia, ésta de cambio de rumbo de nuevo, que me ha impactado casi tanto como aquella. Es la confesión vital del propio Richard O´Barry, alma del proyecto.
En su testimonio relata como pasó una década de su vida entrenando a delfines en la serie Flipper y, en consecuencia, ayudando a la proliferación de crueles delfinarios debido al interés que la exitosa serie despertó en la gente y como, cuando por fin abrió los ojos, realizó un giro de 180º y empeñó su vida en subsanar su error y entregarse de lleno a la causa de estos animales. De nuevo y por tercera vez, la misma lección: Conceder siempre la oportunidad, tanto a los demás como a nosotros mismos, de evolucionar, de cambiar a mejor. Porque, así lo creo, nunca es tarde.
Gracias, Clara... mi Pepito grillo. Mil gracias. Y, hoy y siempre, espuma y sal en tus mañanas.

The Cove Documental (TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL):
http://www.youtube.com/watch?v=C_3ibYzIejY