jueves, 9 de mayo de 2013

Narvales: Los "unicornios" del mar



El narval (Monodon monoceros) es una especie de cetáceo odontoceto de la familia Monodontidae que habita los mares del Ártico y el norte del Océano Atlántico. Es el único integrante del género Monodon y una de las dos especies de la familia junto a la beluga (Delphinapterus leucas).
Los machos de esta especie se caracterizan por presentar un colmillo muy largo y retorcido de manera helicoidal que puede llegar a medir dos metros y pesar hasta diez kilogramos. Se cree que este diente especializado puede ser un receptor sensorial o un carácter sexual secundario.
Esta especie está adaptada a vivir en el Ártico y se alimenta de animales del fondo marino. Carece de aleta dorsal y tiene un tamaño mediano entre los cetáceos, con una longitud promedio en los adultos que oscila ente 4 y 4,5 metros y un peso de entre 1000 y 1600 kg. Posee una dieta que se restringe únicamente a algunos peces y crustáceos, de los cuales se alimenta primordialmente durante los meses de invierno, época en la cual consume un gran volumen de presas que captura en el fondo marino. Para ello debe realizar inmersiones que con mucha frecuencia superan los 800 m bajo la superficie, las cuales pueden durar hasta 30 minutos. Después del cachalote, zifio y elefante marino es el mamífero marino que se sumerge a mayor profundidad.
Se distribuye principalmente en aguas de la región ártica del norte de Canadá, los mares del lado ruso del océano Ártico y al norte del océano Atlántico. Habita principalmente en torno a los bloques de hielo que se forman durante los inviernos prolongados del Ártico, migrando a las bahías y fiordos circumpolares durante el verano. Se cree que la población mundial es de algo más de 75 000 ejemplares. En 2008 fue catalogado en la Lista Roja de la UICN como especie casi amenazada, debido a que se mantiene una caza significativa, controlada, por parte del pueblo inuit en Canadá y Groenlandia (Dinamarca), los cuales se benefician con su carne, grasa y el comercio del colmillo. También se ubicó en esta categoría por la evidente disminución en la población de algunos grupos, la falta de certeza sobre la cifra total de animales y el desconocimiento de las tendencias de crecimiento.
Otras amenazas para la población de este cetáceo son: la depredación por parte de sus enemigos naturales (tiburones, osos polares y orcas), la contaminación por plaguicidas y metales pesados, los atrapamientos dentro de densas capas de hielo al inicio del invierno que les impide moverse a mar abierto muriendo de inanición y por ahogamiento, y la poca capacidad de adaptación ante los cambios climáticos. (Wikipedia)

Tras las blancas belugas que os presente dos entradas atrás, aquí tenemos al otro representante de la pequeña familia monodontidae, también de aguas boreales: El narval. Será este moteado y gris cetáceo, con su desmesurado colmillo, el que nos conduzca a un tema que hacía tiempo que me apetecía tocar y de el que él mismo (o mejor dicho su singular papel en Rielar) es un claro ejemplo: Cuando una novela aspira a ofrecer al lector un universo nuevo, antes inédito, la estructura del relato deviene inexorablemente como el de una muñeca rusa o matrioska, es decir, la trama central que la vertebra deja por el camino muchas otras historias, casi sugerencias de nuevos relatos que están ahí como "un cuento dentro de otro cuento" pero que, digamos, no es el momento de abordar... se diría que permanecen ahí, aguardando, y, quién sabe, puede que quizá merezcan la pena de ser contadas... por alguien... algún día.
Ese podía ser el caso, por ejemplo, de las andanzas de Ezequiel y Dulce por aguas antárticas, los remotos acontecimientos que dieron lugar al señero momento del Pacto y la Piedra y, en relación con ello, los primeros tiempos de las tres razas en su regreso a los Reinos del Mar... o incluso, los largos años de Iris y Rielar tierra adentro y los veranos de ésta última por los distintos puntos costeros de la península ibérica... Sí, podría ser cualquiera pero, para mí (y no solo para mí) "la historia dentro de la historia" que más se echa de menos es aquella relativa al vínculo de amor y amistad que se crea, contra todo pronóstico, entre un grupo de narvales machos y otro de mujeres doradas, muertas en vida como el resto de sus hermanas durante generaciones y generaciones dentro de los dominios de Aureum.

Fijémonos en el mito del unicornio.

Legend-Ridley-Scott
"El unicornio –escribe Héctor T. Arita– es tal vez el animal mítico por excelencia. En los bestiarios de la Edad Media se le reconoce como un animal maravilloso con la habilidad suficiente para derrotar en combate a un elefante y capaz de purificar con su único cuerno las aguas contaminadas para volverlas potables para los demás animales".
Este formidable caballo blanco con su helicoidal "lanza" sobre la frente es el enemigo a abatir pero siempre invencible de los otros "portadores de lanzas" por antonomasia (las connotaciones fálicas son evidentes); los machotes y machistas caballeros andantes. Estos últimos no dudarán en usar el único método infalible para hacerse con el mágico cuerno anti-veneno, con el anhelada asta de la inmortalidad: conducir a una virgen a su encuentro, pues solo ante ella el unicornio renunciará a su fiereza y será así fácil de cazar.
La virginidad de las mujeres de Aureum no es una virginidad de cuerpo sino del alma. Es como si hubieran sido convertidas en unas niñas eternas, jamás dueñas de su destino, menospreciadas precisamente por aquellos que las han hecho lo que son... Nunca se les ha permitido (más que desflorarse) florecer y, en efecto, es eso precisamente lo que rinde la resistencia de hermanarse con profundo alguno, en el corazón de los unicornios, o sea, de los narvales macho: descubrir en aquel pequeño grupo de mujeres doradas ese maravilloso potencial de ser individuos plenos, plenas mujeres en todas su dimensiones, que siempre les ha sido negado y por el que, ellas y ellos juntos a medida que crecen sus mutuos vínculos de afecto, lucharán en secreto por alcanzar. Y lo lograrán.
Me da por pensar que quizá haya habido siempre dos tipos de caballeros andantes. El que nos cuentan las leyendas, imbuidos de arrogancia y cerrazón, vanidosamente fálicos, y encantados de poder reverenciar-manipular (en definitiva, usar y abusar de) la "virginidad" femenina en todas sus formas y otro tipo, muy diferente al primero. Uno, con una viril individualidad tan rotunda como el primero pero capaz de rendirse, de entregarse por entero, siempre desde la igualdad de dignidades, sabiendo  que se debe y se puede crecer al unísono y florecer juntos en una eterna aventura de comunión y amor.
Sí, quizá siempre hayan existido dos tipos... escondidos en lo más profundo del alma de todo hombre, batallando en la floresta como se ve en los antiguos tapices. Quién de los dos gane esa contienda es responsabilidad de cada cual pero el resultado es crucial pues, como ya dijeron Los Inmortales, solo puede quedar uno.
Mi corazón, inmerso en esa historia de doradas y narvales,  en esa historia aún por contar del todo, estará siempre con el noble unicornio. A él le entrego mi cinta en el combate, anhelando que venza en la batalla. Y deseando igualmente, con la rabia de los siglos, que del otro nunca se vuelva a saber nada...
Ah, ahora recuerdo que yo os quería hablar de las historias matrioska... Pues bien, ojalá alguien, no precisamente yo, escriba como se fraguó esa historia de amor entre un grupo de sojuzgadas mujeres doradas y un grupo de narvales, de unicornios del mar, hasta llegar a los acontecimientos que se relatan en Rielar y los Reinos del Mar... Seguro que es una historia digna de ser contada.



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