miércoles, 27 de marzo de 2013

Delfines comunes: Forjadores de leyendas.



El delfín común oceánico (delphinus delphis) también es conocido como delfín de aletas cortas y pertenece a los cetáceos odontocetos (dentados). Hasta hace pocas décadas se creía que era el único delfín de los océanos. Existe otra especie que no debe ser confundida con esta, llamada delfín común costero (delphinus capensis).
Habita en aguas tropicales y subtropicales de los océanos Atlántico y Pacífico. También son encontrados en el Mar Mediterráneo, Mar Negro, Golfo de México y Mar rojo. Algunos ejemplares han sido encontrados en el océano índico y en mares japoneses.
Optan por nadar en zonas donde la temperatura supera los 10° C. Se trasladan a 11 km/h pero cuando quieren alcanzar alimento, aceleran alrededor de 47 km/h.
Es uno de los delfines más pequeños con una longitud de 2.4 y un peso de 110 a 136 kg siendo las hembras más pequeñas que los machos.
El pico es alargado y más puntiagudo que otras especies de delfín. En cada lado de la mandíbula contienen 20 o más dientes fuertes, afilados y curveados, ideales para que no logren escapar sus presas.
La coloración es una de sus mayores características, pues la parte dorsal superior es gris oscuro y la zona ventral es blanca. Una raya oscura se extiende desde la mandíbula inferior hasta una de sus aletas.
Son muy sociales y casi nunca andan solos. Siempre realizan sus actividades acompañados de otros miembros, siendo una de las especies más abundantes y con mayor número de integrantes.
De igual forma son muy juguetones como la mayoría de los defines y realizan varios tipo de acrobacia saliendo del agua. Los delfines adultos son respetados y suelen actuar como “maestros” de los ejemplares más jóvenes.
Los delfines en general se han considerado animales muy inteligentes debido a muestras de comportamiento que se creían propias del ser humano. Esta especie demuestra cariño y empatía hacia los compañeros enfermos, ayudándolos a respirar en la superficie cuando no pueden hacerlo solos. Cuando alguno muere los demás demuestran tristeza y cuando son rencontrados, especialmente en cautiverio, se emocionan y comienzan a jugar.
No tienen muy buena visión, especialmente en aguas turbias y oscuras pero se guían por medio de los sonidos. Ellos se comunican por medio de vocalizaciones parecidas a un silbido.
Se alimentan de calamares, pulpos y peces como sardinas, anchoas y merluzas, pudiendo consumir poco más de 9kg al día. Suelen empujar a sus presas fuera del agua y atraparlos en el aire.
Son vivíparos y las madres tienen por lo regular una cría, aunque se han dado casos de nacimientos de mellizos y trillizos. Alcanzan la madurez sexual máximo a los 15 años de edad.
En el período de cortejo, machos y hembras frotan sus aletas y nadan de un lado a otro juntando sus cuerpos para finalmente aparearse en posición de vientre con vientre.
El período de gestación dura máximo 12 meses y las crías nacen de aproximadamente 92 cm de largo y de 11 a 16 kilos de peso. El recién nacido toma leche por medio de chorros lanzados por su madre durante seis meses para después consumir alimentos sólidos.
Su promedio de vida útil en estado salvaje es de 20-30 años de edad.
Existe una extensa población de delfines comunes oceánicos, sin embargo, debido a la matanza descontrolada, las capturas accidentales en redes pesqueras y la contaminación que día con día invade su hábitat, se han puesto en marcha leyes para la protección y conservación de esta y otras miles de especies marinas que corren el peligro de desparecer. (BioEnciclopedia)

Un pequeño delfín común será el encargado de traernos la sexta (y penúltima) virtud de las Piedras de Ceto: La inocencia. Y siendo como es ésta una palabra tan llena de matices, el encuentro de Élias y su grupo con el "chiquillo" de esta especie en aguas jónicas, tras despedirse de los rorcuales y ya en compañía de Argos y Sombra, deberá ser analizada desde distintos ángulos.
En primer lugar, el joven delfín común es una víctima inocente. O sea, está libre de culpa. Ni el y su inanición ni la familia que ha perdido son culpables de que los alrededores de la isla griega de Kalamos en el mar Jónico, antes reducto abundante de su especie en el Mediterráneo, se haya quedado prácticamente sin peces. La pesca indiscriminada es la responsable de esquilmar esas aguas, suyas por derecho desde tiempos inmemoriales. No me extenderé mucho en el cruel e injusto castigo que supone matar literalmente de hambre a unas criaturas que, casi de la noche a la mañana, ven arrebatados sus recursos para subsistir. Aunque la verídica historia de Kalamos es estremecedora creo que ya hablé suficiente de la hambruna que sufren muchos animales marinos en aguas mediterráneas cuando os conté la travesía del grupo por aguas baleares... Es algo muy triste sobre lo que siempre merece la pena reflexionar pero, en esta ocasión, ahí lo dejaré.
Porque la palabra "inocencia" tiene otra acepción mucho más hermosa. Tiene que ver con la pureza de espíritu, la infantil (que no pueril) ingenuidad, la liberadora fantasía... En definitiva, tiene que ver con los mitos y  las leyendas. Y aquí el asunto se vuelve a desdoblar, puesto que el joven delfín se nos muestra tan necesitado de sustento como de cuentos, de alimento (y, con él, de consuelo) no solo para el cuerpo sino también para el alma. Por ello, en su recuperación serán casi tan importantes como las sardinas que les ofrezcan, los fantásticos relatos que un conmovido Élias le desgranará en su convalecencia. Y este "niño delfín" enamorado de los mitos acabará siendo el que nos lleve como de la mano a la otra cara de la moneda, a la de estos mismos delfines como protagonistas de los  numerosos mitos que pueblan el imaginario de tantas y tantas civilizaciones.
Aunque merecerían mención aparte los muchos relatos míticos sobre delfines de río en la Amazonia, tratándose de delfines comunes yo voy a ceñirme a los mitos mediterráneos, reflejo de ese pensamiento inocente a nuestros ojos pero profundamente sabio de los antiguos griegos.
A este respecto, cuentan las leyendas que estando el dios Dionisio, señor del vino y los placeres, observando el mar con sus hermosos ojos azules desde un acantilado, fue visto a su vez por unos piratas que, a tenor de sus ricos vestidos, lo tomaron por un extranjero ilustre y decidieron secuestrarlo para pedir luego un rescate. Ya en alta mar, viendo su serenidad y apostura, muchos sospecharon de su identidad divina y quisieron deshacer lo hecho pero al final pudo más el afán de riquezas y los captores se mantuvieron en su malvado propósito. Entonces Dionisio, sin perder en ningún momento su sonrisa, llenó mágicamente de enredaderas, flores y hojas los mástiles y cubierta del barco. Luego se trasformó en un león con un gran oso a su lado y los piratas, despavoridos, saltaron al mar donde se convirtieron en delfines. Y es así que, desde entonces, sirven de por vida al epicúreo dios gentilmente.
Este es según dicen el origen de los delfines, de los llamados "espíritus del mar". Pero de esta historia se derivan muchas otras... Incluso el dios antagónico de Dionisio por antonomasia, el luminoso Apolo (¿os acordáis del concepto yin-yang de la entrada anterior?) juega un papel en la historia ya que se dice que fue el encargado de domesticar a los delfines y, por ello, siempre que era invocado como Delfino o Delfiniano, se erigía como guía y protector de los navegantes. Se dice también que este Apolo Delfino y su hijo Ítalo sufrieron un accidente en alta mar y que un grupo de delfines lo rescató con bien, depositándoles exánimes junto al monte Parnaso, no muy lejos donde luego se levantaría un templo en honor al dios que alcanzaría renombre por su famosísimo oráculo: Delfos.
En fin, así podría seguir... Aunque la conclusión es clara: De seres míticos, venerados, criaturas sobre los que los propios dioses no toleraban agresión alguna... a la angustiosa situación actual de Kalamos y otros muchos lugares como él. Sí, en efecto, la inocencia siempre es vulnerable... por ello, más allá de dioses y religiones y en su sentido más profundo, debería ser SAGRADA.
 Sin que sirva de precedente, hoy no os ofreceré ningún vídeo. Hoy toca cuentos y un cuento final será lo que os presente. Este lo he encontrado por casualidad, fisgando por aquí y por allá, y me ha parecido tan honesto, tan limpio, tan bienpensante, en una palabra, tan inocente en la acepción más bella de la palabra, que creo que por esta vez está bien hecha la sustitución.
 
Los mitos perviven en el tiempo y apelan a esa parte inocente del alma que, por muchos años que pasen, nunca debería morir.

El mito de los delfines

El mito de los delfines
Cuentan las olas que la princesa Ness deseaba ser un delfín para sumergirse en el mar y recorrer todos los países acuáticos donde sus aguas eran de bellísimos colores. Un día su deseo fue tan grande que despertó al dios del océano de su sueño de siglos. El dios del agua le dijo que le concedería su deseo, pero tenía que esperar a la tarde del oro, el único momento en que los humanos podían convertirse en delfines.
La pequeña princesa esperó y esperó, hasta que una tarde un hermoso resplandor dorado surcó el horizonte; las aguas brillaban tanto que parecían encantadas. La niña escuchó unas extrañas voces que iban acercándose a la orilla; eran los delfines que la llamaban: ¡Ness! ¡Ness! ¡Ness!… Sin dudarlo, la princesa niña se quito su pequeña corona y se arrojó al mar. En ese mismo instante su cuerpo comenzó a transformarse, le nacieron aletas y su piel se volvió resbaladiza como la de un delfín.
Cuando logró ser un delfín, siguió a los otros delfines que le mostraron los secretos del mar, aprendió a reír y a jugar pero lo que nunca pudo imaginar la pequeña princesa era que su peor enemigo serían los humanos. Pronto pudo comprobarlo, al tener que huir de las redes de los pescadores para salvar su vida. En ese momento, la pequeña delfín quiso convertirse de nuevo en niña. El dios del agua le preguntó: ¿qué tesoros del mar te llevarías a la tierra? La princesa, recordó las perlas de nácar, los tesoros de los galeones perdidos… De pronto, Ness recapacitó. Encontró el mejor tesoro que podría llevarse a su reino y le contestó al hombre del agua: me llevaré el Arte, el Tao y el Amor, es lo más importante que me han enseñado mis amigos los delfines.
Instantáneamente la princesa Ness apareció tendida en la arena al lado de su pequeña corona, volvía a tener su cuerpo de niña.
En ese momento decidió que consagraría su vida a propagar las enseñanzas de sus queridísimos amigos los delfines: enseñaría a todos los niños de su reino a reír y a jugar para que vivieran felices. Y desde aquel día mágico, cuentan las olas que la princesa Ness, compartió con su príncipe azul, el Arte, el Tao y el Amor que le enseñaron sus amigos los delfines. Aprendieron que la alegría es la puerta del amor, crecer aprendiendo los valores esenciales para afrontar la vida, confiando en sí mismos y aprendiendo sin miedo al futuro.

Texto: Vanessa Rodríguez García, inspirado en el cuento “La tarde de plata” de Rosa Mª Badillo en su libro “Cuentos para delfines”.











domingo, 17 de marzo de 2013

Rorcuales: Los gigantes del mar.

RORCUAL COMÚN (Balaenoptera physalus)

Es el segundo rorcual (suborden de los misticetos, también llamados ballenas o cetáceos con barbas) más grande del mundo, después de la ballena azul. Las hembras suelen medir entre 19 y 22 m (75 toneladas), aunque se han descrito individuos de 24 m en el Hemisferio Norte y 27.1 m en el Hemisferio Sur (120 toneladas). En general, los machos presentan un tamaño mas pequeño, unos 2 m inferiores a las hembras.
La razón de su pigmentación asimétrica de la mandíbula inferior (siendo muy oscura en el lado izquierdo y blanca en el lado derecho), única en cetáceos, todavía no se ha podido explicar.
Distribución
Su distribución es cosmopolita. Se encuentra en casi todos los océanos, normalmente de zonas templadas a zonas polares y menos frecuentemente en los trópicos. Es común avistar los rorcuales comunes en zonas costeras, pero también esta especie habita el mar abierto. En el Mediterráneo hay una población que se distingue genéticamente de la del Atlántico Norte.
Se alimentan de krill, pequeños peces (arenque, aguacioso, capelín) y cefalópodos que pueden capturar a más de 200m de profundidad. Con sus barbas (de 260 a 480), suspendidas al maxilar y de menos de 1m de longitud, filtran el alimento. En la parte ventral del cuerpo presentan de 50 a 100 largos surcos entre las aletas pectorales. Estos permiten aumentar la capacidad bucal y torácica cuando se despliegan al entrar agua y alimentos, recuperando su aspecto inicial, al expulsar el agua a través de las barbas, y su forma hidrodinámica.
Lo más frecuente es observarlos, bien en solitario o bien formando grupos no demasiado numerosos de 5 a 7 individuos como máximo, aunque en determinadas áreas de alimentación puedan concentrarse hasta el centenar de ejemplares.

 
 
 
 
Ciclo biológico
No se dispone de mucha información sobre la reproducción de esta especie ni si existen zonas específicas de apareamiento o de cría. Los machos alcanzan su madurez sexual con 17 m aproximadamente y las hembras con 18, a los 6-7 años de edad. El ciclo de reproducción es de dos a tres años. Tras un periodo de gestación de 11 a 12 meses nace una cría de 6 - 6.5 m y 1800-2700 kg. Las crías lactantes permanecen con sus madres los primeros 6 a 8 meses de su vida.
Los rorcuales comunes tienen una esperanza de vida de alrededor de 80 años.

Señales acústicas
Los rorcuales, al igual que todos los misticetos, no emiten clicks, sino unas vocalizaciones, en forma de cantos y llamadas (songs and calls) cuyo mecanismo de producción sigue siendo materia de estudio. Podría intervenir aquí, a diferencia de los odontocetos (cetáceos con dientes, como los delfines que carecen de cuerdas vocales) la laringe. Dichas vocalizaciones en el caso de los rorcuales comuens se producen a muy baja frecuencia y por tanto pueden propagarse a lo largo de cientos de kilómetros, utilizando canales acústicos submarinos formados por las diferencias de salinidad y temperatura de las diferentes capas de agua.

Las principales amenazas
Desde principios del s.XX hasta 1986, la principal amenaza que esta especie sufrió fue la caza a gran escala. Actualmente, su caza está prohibida en todos los países, excepto en Islandia (desde 2003), donde se ha anunciado que se cazarán 9 rorcuales comunes hasta agosto del 2007. Sin embargo, todavía siguen presentes algunas amenazas como las colisiones con buques, la contaminación química y/o inorgánica y la contaminación acústica. A pesar de ser un animal de natación veloz (puede alcanzar más de 30 km/h) las colisiones con buques son una causa común de muerte, en particular en el Mediterráneo. (Sons de Mar)

Como recordaréis, a finales del año pasado retomé este blog con el propósito de hacer un repaso de los animales marinos que pueblan mis novelas. Y empecé por las megapteras o yubartas, en honor de mi buena amiga Rocalla, la primera en dar la bienvenida a Rielar en su vuelta a los reinos del Mar. Ahora voy a hablar de, digamos, la otra rama de la gran  familia Balaenopteridae, los Rorcuales, y más concretamente, de los rorcuales comunes que, sin llegar a las insuperables dimensiones de sus primos los rorcuales azules (mayores aún que los famosos dinosaurios) dejan a la inmensa hermana de Eliom convertida en una  delicada y, sobre todo, menuda damisela.
Tras despedirse de aquel viejo zifio que les otorgó la quinta virtud, la de la verdad, el siguiente encuentro de Élias y su grupo, ya a punto de dejar atrás el Mediterráneo occidental y de adentrarse en la cuenca más oriental, se produce con unos hermanos, gemelos para más señas (entre los cetáceos aunque infrecuentes, a veces se dan nacimientos gemelares) pertenecientes al género balaenoptera phylasus. O, lo que es lo mismo, con dos inmensos y poderosos rorcuales comunes.
Ellos serán los encargados de activar la quinta piedra de Ceto y, como no podía ser de otro modo, al igual que los dos platillos de una simbólica balanza, uno desde la severidad, otro desde la benevolencia, uno desde el pesimismo, otro desde el optimismo, uno desde la intransigencia, otro desde la permisividad, lo harán con la siempre dual virtud de la justicia.
Y, hablando de dualidades... Ya os comenté en la entrada anterior que os explicaría el por qué de las Piedras de Ceto y sus virtudes y creo que ahora ha llegado el momento de hacerlo.
Empezaré diciendo que, a mi modo de ver, la historia del pensamiento es, en cierta forma,el milenario intento de desentrañar el secreto de la naturaleza dual de la realidad. El ser humano, en todo tiempo y lugar, ha observado el eterno contraste entre los contrarios dando, a grosso modo, dos explicaciones igualmente contrapuestas:
-Por un lado, desde Parménides a Platón pasando por los distintos panteismos y, a la postre, fanatismos, se ha defendido la idea de que una de las "partes" de esa dualidad era la auténtica realidad y la otra, sea una falsa apariencia, un engaño de los sentidos o lo que se quiera, algo apenas más digno de consideración que una perversa entelequia. Este es un camino peligroso pues cuando el pensamiento da paso a los valores no es difícil acabar ensalzando uno y demonizando el otro lo que, en la praxis humana, acaba derivando en todo tipo de dicotomías "amputadoras": lo que no es lo correcto es lo incorrecto, da igual que hablemos de religiones, razas, sexos o lo que se quiera discriminar. Sólo existe una única realidad; la mía. Cualquier otra en el mejor de los casos se deberá ignorar y, en el peor... derrotar y aniquilar en aras de la única y luminosa verdad.
-Pero existe otra opción a ese reconocimiento dual de la realidad. Y es valorarla en su completitud sin renegar de sus dos caras sino, antes bien, comprendiendo que existe una correcta y armoniosa alternancia e incluso reconociendo que solo juntos el día y la noche, el frío y el calor, lo femenino y lo masculino, lo mío y lo tuyo, llevan a su plenitud esa misma realidad que lo constituye todo. Desde un punto de vista, todo es lo mismo en su importancia, bondad y dignidad pues en ese todo se encierra el equilibrio y desde otro punto de vista, cada faceta aparentemente antitética encierra su propia belleza y razón de ser pues, en la eterna rueda de la vida, todo acaba siendo todo, ya lo es en realidad, en lo blanco está lo negro y en los negro lo blanco porque uno es lo otro y, con el tiempo, a su contrario volverá en un siempre renovado ciclo sin fin.
Y esa esfera mitad blanca y mitad negra separada por un serpenteante equilibrio y que exhibe, reivindicativa, un punto de color contrario en el seno de cada hemisferio es una imagen que seguro que no os resulta del todo desconocida... Es la más emblemática del pensamiento taoista y es la que muestra la naturaleza yin-yang de la realidad. Podía haber elegido entre un surtido bastante amplio de "panteón de virtudes" (en el fondo, muy semejantes) pues creo que cada religión o corriente espiritual tiene el suyo, pero yo comulgo con este segundo tipo de pensamiento que postula el concepto de dualidad como algo integrador, enriquecedor, que suma y no resta, que aglutina y no segrega, que reivindica lo hermoso de la sombra de igual modo que lo hermoso de la luz, pues ambos son inseparables e interdependientes.
En esa artificial y dañina antítesis entre lo rectilíneo y lo curvo, lo apolíneo y lo dionisiaco, lo seco y lo húmedo, de la que no se libran ni los racionales y sesudos eruditos de los grandes océanos, los cetáceos del recoleto e íntimo Mediterráneo serán lo encargados de reivindicar la inteligencia emocional frente a la siempre monolítica inteligencia racional, no para desbancarla (como ha pretendido siempre esta última con "lo diferente") sino para aglutinarla y abrazarla amorosamente, haciendo nacer por fin la comprensión-compasión necesaria para redimir la vida entera.
En el camino del Tao existen siete virtudes (ocho con la rectitud, que a la postre las engloba a todas llevándolas a su culminación) y, todas ellas, conducen a esa biófila asunción de la realidad. Son: El amor, la humildad, la solidaridad, la verdad, la justicia, la inocencia y la misericordia. Estas dos últimas aún no han sido mostradas, pero todo llegará...
Y ¿por qué he esperado hasta este preciso momento para contaros todo esto? Pues porque la coloración asimétrica del rostro de los rorcuales, blanco en una mitad y oscuro en la otra, es algo tan único y atípico en el reino animal que bien puede llevarnos a la reflexión como símbolo viviente del binomio yin-yang y porque es ahora, con la  virtud de la justicia que nos traen estos dos colosos marinos donde mejor ejemplificado queda que una visión integradora, que contemple todos los factores y puntos de vista, será nuestra única posibilidad de redención, entre unos y otros y con el planeta en su conjunto. Esa es mi fe.

Finalmente, aquí tenéis un vídeo sobre un rorcual... azul. Aunque los rorcuales comunes que salen en la novela ocupan un muy honroso segundo puesto, he optado por ofreceros al, por otro lado muy semejante, "hermano mayor": La todopoderosa ballena azul, la más grande entre las grandes. Y lo he hecho, entre otras cosas, porque en esta entrada he reivindicado el contemplar la verdadera grandeza de las cosas... aquella que no olvida, pues se sabe dual, la igualmente hermosa pequeñez que también encierran.


















 

sábado, 9 de marzo de 2013

Zifios: El mejor "sónar", la peor suerte

 EL SOFISTICADO "SÓNAR" DE LOS ZIFIOS
(artículo de masmar.com)
  El complejo y delicado sistema de ecolocación de los cetáceos es también su “talón de Aquiles”, pues les ha puesto en el punto de mira de los experimentos militares
Todas las especies de odontocetos (cetáceos con dientes) utilizan un sistema de “sónar” para comunicarse y detectar a sus presas. El delicado y perfecto sistema craneal de un zifio es capaz de producir sonidos que rebotan sobre objetos y seres del fondo marino, especialmente en aquellos lugares donde la visibilidad es baja o nula, y que le son devueltos en forma de ondas a través de su mandíbula inferior, dándole una completa definición de lo que hay a su alrededor. Por tanto no es casual que la Armada estadounidense se haya centrado sobre esta especie de cetáceos como modelo experimental para desarrollar y perfeccionar sus sónares militares. Paradójicamente, el complejo sistema de comunicación de estos mamíferos marinos, copiado por los humanos para controlar los océanos, se está volviendo contra ellos y empieza a ser una seria amenaza. ¿Por qué los zifios? Existen en el mundo unas 22 especies de zifios cuya longitud varía entre los 3,7 metros y casi 1.000 kilos de peso del zifio enano (Mesoplodon peruvianus) y los casi 13 metros y 15 toneladas del enorme zifio de Baird (Berardius bairdii). La mayoría de estos animales han pasado desapercibidos para la ciencia hasta décadas recientes. De hecho, cuatro especies han sido descubiertas en los últimas dos décadas. Algunas de ellas tan sólo se conocen por unos pocos ejemplares varados en la costa. Y existe una especie de la que sólo se sabe de su existencia por el hallazgo de sus restos.
< Contrariamente a lo que ocurre con otros muchos odontocetos (algo que comparten con los misticetos -ballenas sin dientes-), las hembras son de mayor tamaño que los machos. Las crías al nacer suelen tener un tamaño considerable (entre un tercio y la mitad de los adultos) y, su longevidad se estima en unos 30 años.
Estos animales suelen encontrarse en grupos pocos numerosos, son muy huidizos y permanecen gran parte de su vida bajo el agua. Suelen alimentarse en zonas de profundidades superiores a los 200 metros, llegando incluso a superar los 1.400 metros, como en el caso de los zifios calderón, pudiendo permanecer más de una hora sin salir a respirar nuevamente a superficie. Su alimentación se basa en cefalópodos, peces y crustáceos que encuentran en estas profundidades. Muchas de sus presas son calamares bioluminiscentes. Se ha apuntado la posibilidad de que esta especie pueda identificar los calamares, no sólo por la ecolocación, sino por la vista, al poder identificar los fotósforos de estos animales. También se ha barajado la posibilidad de que algunos tonos claros de la superficie de este animal o la adhesión de bacterias (diatomeas) pueden proporcionarle también luminiscencia a los zifios. La mayoría de estos cetáceos carecen de dientes o no los tienen visibles, salvo en el caso del Tasmacetus (que tiene entre 17 y 27 dientes en cada hemimandíbula) y el genero Berardius (con un par de dientes en cada hemimandíbula inferior) y los dos dientes distintivos (uno en cada hemimandíbula inferior) de los machos del resto de especies. Por lo tanto, se desconoce la forma en que realizan la captura de sus presas, aunque estudios recientes parecen achacar ésta a un sistema combinado de succión por medio de la lengua y de las dos hendiduras que muestran estas especies en la garganta (pliegues gulares). Se cree que los dientes en muchos zifios es un distintivo sexual y que puede ser utilizado en luchas durante la temporada de apareamiento, como así parecen demostrar las habituales cicatrices que muestran estos animales. No se conocen apenas predadores para estas especies, salvo el ser humano, que ha cazado y caza algunas de sus especies, y el tiburón cigarro (Isistius brasilensis). Este tiburón de apenas medio metro puede provocar heridas en los zifios que, en caso de ser muy severas, llegan a provocarle la muerte. No obstante, el tiburón cigarro suele considerarse más bien un “parásito” que engaña a los zifios por medio de sus fotosensores haciéndose pasar por una presa para extraer luego a mordiscos algunos centímetros de piel, grasa (y a veces músculo) de los cetáceos. Interés de las armadas en los zifios Es ya conocido por la opinión pública el interés que distintas armadas vienen mostrando por los cetáceos. Desde la utilización de delfines, belugassubmarinistas enemigos. Menos conocidos son, sin embargo, los estudios que desde hace décadas vienen realizando los militares para conocer el sistema de ecolocación de los cetáceos. Todas las especies de odontocetos (cetáceos con dientes) utilizan un sistema de “sónar” para comunicarse y detectar a sus posibles presas. Por medio de la emisión de sonidos a través de su melón (cabeza) y de la recepción de estas ondas rebotadas por la mandíbula inferior, los cetáceos pueden conocer la situación de sus presas en lugares donde la visibilidad sea baja o nula. Los zifios tienen un sistema especialmente complicado de ecolocación que los ha convertido en punto de interés especial. El cráneo tienen una gran cantidad de cavidades (senos) que le permiten articular gran diversidad de sonidos y su mandíbula inferior (dos hemimandíbulas fusionadas en su extremo más exterior) es muy frágil y de poca consistencia, los que las dota de una gran capacidad y precisión a la hora de recoger los sonidos rebotados. Estos animales suelen alimentarse en lugares de gran profundidad, donde las temperaturas del agua son muy bajas y la entrada de la luz es nula, por lo que sólo la bioluminiscencia o la ecolocación pueden permitir conseguir la captura de sus presas. La OTAN ha llevado a cabo estudios muy diversos sobre el sistema de ecolocación de estos cetáceos para obtener datos y conocimientos que puedan aplicar a las prácticas militares.
Dichos estudios han permitido conocer una amplia gama de sonidos utilizados por estos cetáceos; desde las secuencia de clicks a un intervalo de 0.07 segundos a otros de mayor duración, como los silbidos. Aunque muchos de los sonidos que emiten se encuentran entre 1 y 10 kHz, se han detectado sonidos que van entre los 300 Hz y más de 40 kHz) y se cree que pueden oír sonidos en un rango muy superior (entre los 100 Hz y los 80 kHz). También se ha comprobado que son especialmente sensibles a las frecuencias intermedias de este rango, lo que hace que coincida con las utilizadas en sistemas de sónar de media y baja frecuencia. Las investigaciones se ampliaron con posterioridad a conocer el impacto de la contaminación acústica, en especial por los sónares militares que se estaban desarrollando, sobre estos animales. Esto se intensificó tras el varamiento de zifios en las costas griegas después de los ejercicios navales realizados por la OTAN (y que concluyeron que uno de los animales había sufrido un golpe de una onda de sonido de 290 Hz a 15 kilómetros del emisor). Similares conclusiones han sido sacadas de los experimentos realizados por la Armada estadounidense en zonas como Hawai, California o Bahamas, donde también se detectaron, o bien varamientos, o comportamientos anormales en los cetáceos.

Sé que el texto precedente es largo pero me ha parecido interesante copiarlo íntegro ya que muchos de los datos que en él aparecen concuerdan (algunos, muy tristemente) con aquellos que recaban Élias y sus amigos en su encuentro con un viejo zifio en aguas tirrenas. Aquel macho, solo y sordo merced a los dañinos tejemanejes de humanos interesados en su prodigiosa ecolocación, activará la cuarta de las Piedras de Ceto con la virtud de la verdad... de su triste verdad. El grupo le ayudará en lo que pueda pero es, de entre todos los cetáceos a cuestas con sus pesares que pueblan El destino de Élias, el que más lástima me da. Quizá sea por la forma en que desgrana él mismo todo lo que el hombre le ha arrebatado, desde una familia feliz (no me pude sustraer a la tentación de parrafrasear el especialmente hermoso comienzo de "cierta novela rusa con nombre de mujer" que seguro que algún lector habrá identificado...)  hasta la pérdida de su capacidad de ecolocación: en cierto modo, la esencia misma de un delfín.
En la próxima entrada intentaré ser más breve. Ah, y con la llegada de la quinta virtud os hablaré, por fin, del significado oculto de las Piedras de Ceto.

No es fácil encontrar vídeos sobre zifios de cuvier ni de zifios en general y la mayoría de los pocos que hay son sobre varamientos. Y ya me parecía más que suficiente de asuntos tristes... Sentía que era necesario un vídeo optimista, quizá protagonizado por aquel mismo viejo macho, ahora esperanzado y feliz, rumbo hacia el santuario Piélagos para mamíferos marinos.
Y, al final, lo encontré.