Especie semejante al delfín común pero de mayor tamaño. Los flancos son de color azul grisaceo con tres líneas longitudinales que parten de un anillo azul oscuro o negro que bordea el ojo. En general se trata de un animal de costumbres eminentemente pelágicas, aunque en el Mediterráneo también es abundante en la plataforma continental. Se alimenta de peces y cefalópodos, principalmente calamares, y también decápodos. Carece de enemigos naturales excepto tiburones y orcas; es lamentablemente famosa la gran epidemia del virus morbillivirus durante 1990-91 en el Mediterráneo que acabó con miles de individuos, a modo de una enfermedad semejante al moquillo de los carnívoros. Se suelen encontrar en manadas de hasta unos cien individuos, aunque en ocasiones pueden alcanzar los varios miles. Su comportamiento es similar al delfín común, con los que no es infrecuente ver mezclados, y son característicos sus saltos junto a los barcos. (ASTURNATURA - CIRCE)
Tras el AMOR que nos regaló Toniña y la HUMILDAD que Élias y su grupo hallaron en aquella familia de calderones en Alborán, los muy hermosos stenella coerulealba nos traen la tercera de las virtudes que se propone entregarnos el acervo emocional del Mediterráneo: LA SOLIDARIDAD.
Como la luminosa bóveda celeste reflejándose en el mar inmenso (caeruleus=cielo azul / albus=blanco), por dos veces en El destino de Élias, grupos de coerulealba nos ofrecen una lección de generosidad y camaradería. En la primera ocasión, conducen en jubilosa cabalgada a nuestros amigos hasta la isla de Alborán y en la segunda... en la segunda se enfrentan a la negrura subyacente a cualquier acto de solidaridad: el daño o carencia que es capaz de arañar las conciencias, que empuja a alguien a mirar "más allá" de su complaciente zona de confort para intentar ayudar a paliar ese dolor.
Pero hay dolores y dolores... Existen dolores, digamos, trágicamente inexorables, aquellos que en forma de epidemias cíclicas o cualquier otro tipo de desgracia natural golpean el discurrir de la vida. Aquí la solidaridad nacería preñada de ternura y compasión, cómo la que se observa en esa actitud de apoyo y arrope que tienen los delfines listados en su viaje hacia aguas baleares para con sus hermanos, más pequeños y más costeros, delfines comunes. Esta primera forma de solidaridad es dulce y mansa, nace del compañerismo y la empatía y es tan bella y luminosa como ese radiante cielo azul y blanco del que hablábamos antes.
Pero a veces ese cielo se enegrece con feroces nubes de tormenta, la solidaridad no nace entonces de lo dulce sino de lo amargo, de la ira incontenible que provoca otro tipo de dolores, de esos dolores en absoluto inexorables sino, antes bien, dramáticamente innecesarios puesto que nacen de una flagrante injusticia, tanto más terrible y flagante cuanto que es consecuencia del egoismo y del abuso previo de otros, en cualquiera de sus formas.
Y es camino a Baleares cuando, en la novela, el gran grupo que han formado se encara a uno de los peores azotes posible: EL HAMBRE. Durante la historia, habrá más ocasiones de enfrentarse a la esquilmación sistemática de los recursos de los mares por parte del ser humano, pero es en esa agónica etapa hacia las montañas submarinas entre Ibiza y Mallorca cuando los viajeros aprenderán el valor de la solidaridad en la conducta de una hembra de delfín listado, enferma del mismo morbillivirus que también en ese 2007 hizo acto de presencia en el Mediterráneo, que aún es capaz de ponerse en disposición de ayudar a todos; listados, comunes e incluso Élias y su pequeño grupo... ayudarles a llegar al único lugar donde podrían sobrevivir a una de las más crueles condenas: la muerte por inanición.
La reacción de Élias frente a la hambruna parece, en contraposición, insolidaria y fuera de lugar. Y en parte es cierto ya que, tras superar la prueba, deviene mejor persona. Sí. Pero en dicha reacción también me ha parecido muy pertinente reivindicar a aquel que sufre en sus carnes el tormento de no poder comer... Sin más, así de sencillo. Además, frente a la mansedumbre de la pobre hembra de stenella coerulealba, en el muchacho de Ciudad Alba prevalece (y es perfecto que así sea) esa bendita y justificada ira oscura, tan madre de la virtud de la solidaridad como la luminosa empatía, que provoca el ser privado, no por causas naturales sino por la cruel rapiña "del que pasó antes que tú", de un derecho fundamental como es el procurarse el sustento, sustento sin el que es imposible plantearse siquiera la opción de ser feliz.
Hemos oído hablar tanto de la falta de recursos... Me da igual que sea en los océanos que en las tierras emergidas, entre las criaturas marinas o entre los seres humanos; cuando se trata del hambre en el mundo, el dedo acaba apuntando siempre al mismo culpable. Y no se trata de un enemigo natural como sequías o fluctuaciones cíclicas en la biomasa (con el que una dulce solidaridad por empatía sería más que suficiente para hacernos reaccionar) sino de "la otra", de la que está llena hasta los topes de cólera e indignación hacia nosotros mismos, en tanto voraces alimañas.
MÁS ALLÁ DE CIFRAS... MÁS ALLÁ DE ESPECIES... LA MUERTE POR HAMBRE, EL CONSENTIR QUE UNA CRIATURA MUERA DOLOROSA Y LENTAMENTE DE INANICIÓN ES UN CRIMEN ABOMINABLE. UN ASESINATO CON TODAS LAS LETRAS.
SI NO CONSENTIRÍAMOS JAMÁS QUE ANTE NUESTROS OJOS ASESINARAN VILMENTE DE ESA ESPANTOSA MANERA A UNA SOLA PERSONA, A UN SOLO ANIMAL, NO ES ADMISIBLE QUE MANTENGAMOS CERRADOS ESOS MISMOS OJOS ANTE LA REALIDAD. NUNCA.
Hoy os pongo como vídeo ilustrativo un trocito de poco más de 10 minutos de un Informe semanal que, más allá de infinitas campañas contra el hambre en el mundo, a mí me impresionó como ninguna. Y lo hizo porque me condujo a pensar en el verdadero origen del problema...Me ha costado mucho dar con él y algunos podrían pensar que, aun así, no pinta nada en este blog, ya que habla de seres humanos y no de animales marinos... Pero cuando lo veáis, coincidiréis conmigo en que el hambre en la tierra y el hambre en los mares son en realidad, se mire por donde se mire, la misma cuestión.
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