martes, 5 de febrero de 2013

Focénidos: De vaquitas marinas, toniñas y sombrereros locos.

Los focénidos son los cetáceos más pequeños y su cabeza es redondeada, sin el pico característico de los delfines. A diferencia de éstos, su aleta dorsal es más ancha, más pequeña y tiene forma triangular, nadan más despacio y no saltan por encima del agua.

La especie más frecuente y con un área de distribución más amplia es la marsopa común, que habita en las aguas costeras del hemisferio norte (desde el mar Blanco y el mar Báltico, hasta el Mediterráneo y el mar Negro) pero, en especial, cerca de los estuarios y desembocaduras de los grandes ríos. Mide entre 1,2 y 2 m de largo; su cuerpo es azul-negruzco por encima y blanquecino por debajo, y las aletas anteriores son negras. Los dientes de la marsopa son aplanados, en forma de azadón, lo cual les hace bastante diferentes a los de los delfines, que son cónicos. Respecto a sus costumbres, las marsopas suelen vivir en grupos pequeños (menos de diez individuos), y el apareamiento tiene lugar entre junio y septiembre; las hembras paren una sola cría (miden entre 0,7 y 1 m de longitud al nacer), después de un periodo de gestación de unos 11 meses.

El resto de especies de marsopas tienen un área de distribución más restringida. La marsopa de Dall tiene unas marcas blancas distintivas debajo del pecho que suben hacia los flancos y habita en las aguas frías del Pacífico norte hasta Japón. Otra especie, la marsopa negra o marsopa sin aleta, carece, como su nombre indica, de aleta dorsal; es gris oscura y habita en las zonas costeras y estuarios de las aguas del sur y este de Asia.



Quizá os preguntéis porque encabezo esta entrada haciendo alusión al estrafalario personaje que invitó a tomar el té a la Alicia de Caroll en aquel desquiciado "no cumpleaños". La razón es que hoy me toca hablaros de Toniña, el primer cetáceo con el que se encuentran Élias y Dicayos durante su viaje en aguas todavía atlánticas y, en muchos aspectos, el más relevante de todos. Ay, la entrañable Toniña...
En Galicia a las marsopas comunes se las llama toniñas. Es un apelativo genérico, sin identidad personal, el único que en su desamparo se le ocurre tomar a nuestra pobre ancianita cuando comprende que, por quitarle, el contaminado mundo en el que habita le ha arrebatado incluso su verdadero nombre. Porque Toniña es una vieja lunática, una niña chiflada dentro de un cuerpo marchito, no solo por la edad sino por el cruel castigo al que le han sometido unas aguas enfermas... aguas envenenadas, entre otras muchas ponzoñas, por  el mercurio. Y es aquí donde entra a colación el Sombrerero Loco.
En aquella Inglaterra de 1865 donde vieron la luz las aventuras de Alicia en el país de las maravillas el oficio de sombrerero aún estaba en pleno vigor. Y para trabajar los fieltros que más tarde se convertirían en elegantes sombreros se empleaba habitualmente mercurio. Pero el mercurio (también llamado azogue) acabó convirtiendo a muchos de aquellos artesanos en unos "azogados", o lo que es lo mismo, en unos pobres chalados, como tan bien supo reflejar Lewis Carroll en su aventado e histriónico personaje. Puede tener su parte cómica pero en realidad el hecho es que aquellos esforzados artesanos se envenenaban poco a poco hasta llegar en los casos más extremos hasta la más enajenada de las muertes.
Pues bien, este mismo mercurio es el que atosiga a Toniña (los focénidos son los cetáceos más delicados ante las agresiones al medio ambiente marino) robándole desde la salud a la dignidad, pasando por la memoria de una promesa e incluso de una identidad, y el que también la ha convertido en una criatura demente que, sin embargo, no ha perdido por ello su inocencia ni su bondad. Ni, por supuesto, su amor. Ese AMOR que tan importante será no solo para que  triunfe al fin sobre la adversidad sino para que Élias y Mistral, como portadores de Las Piedras de Ceto, puedan culminar con éxito su importante misión.
Como ya le ocurrió a una joven Irisar en el mar de Cortés con unas vaquitas marinas, estos delicados cetáceos a mí también me conmueven profundamente. Toniña, con su chifladura y su inmensa generosidad enternece mi corazón como ningún otro habitante de los Reinos del Mar. La respeto, la admiro... y la amo. Pues esa es la magia de la virtud del Amor; contagiar todos los corazones hasta descubrir la grandeza en lo más insignificante,  en lo (aparentemente) más frágil.
Ella es, en definitiva, lo que yo entiendo por una heroína. Una heroína que se revela indispensable en el viaje por el Mediterráneo y que es la más merecedora de alcanzar el mejor de los destinos.
Y, por todo ello, Toniña acaba alcanzando ese destino. Este será siempre mi reconocimiento y mi regalo para ella; no podría hacerle un cumplido mayor.

Existen varios tipos de marsopas y no sabía bien qué vídeo elegir. Por eso, al final me he decidido por "los más pequeños entre los pequeños", las vaquitas marinas del golfo de California. Están en gravísimo peligro de extinción... como suele ocurrir siempre con los más vulnerables.





 

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