miércoles, 13 de febrero de 2013

Orcas: ¿Ballenas asesinas?

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La Orca (Orcinus orca), es un mamífero marino del orden de los Cetáceos, el más veloz, así como el de mayor tamaño de la familia de los delfínes oceánicos, conocida como Delphinidae. Se encuentra en los océanos de todo el mundo, desde las frías regiones árticas a los cálidos mares tropicales, correspondiendo al segundo mamífero con la mayor distribución en la tierra (después del hombre). Es un animal sumamente versátil, siendo un depredador que se alimenta de peces, tortugas, aves, focas, tiburones e incluso de otros cetáceos.
Estudios sugieren la existencia de tres tipos de orcas: residentes, transeúntes y oceánicas.
Las residentes tienden a formar grupos familiares grandes o pods (usualmente 5-25 animales). Tienen territorios relativamente pequeños (particularmente en verano) y se alimentan principalmente de salmón y otros peces. Normalmente cazan usando la ecolocalización. Las residentes “hablan” entre ellas más frecuentemente que otras orcas. Son las Orcas más estudiadas de todas, porque tienen hábitos alimenticios predecibles y son, por lo tanto, relativamente fáciles de encontrar y seguir, para los científicos que trabajan con ellas.
Las transeúntes tienden a formar grupos familiares o pods más pequeños (usualmente 1-7 animales). Tienden a utilizar un área más amplia y alimentarse de focas, lobos marinos, delfines y otros mamíferos, así como también de aves marinas y otras especies. No cazan usando ecolocalización, probablemente porque su presa tiene un buen oído y sería capaz de oír los sonidos provocados por las Orcas al utilizar este sistema. En cambio, nadan en forma silenciosa, escuchando los sonidos hechos por otros animales en el agua. Las transeúntes “hablan” entre ellas menos frecuentemente que las Orcas residentes y tienen aletas dorsales levemente más puntiagudas.
Las oceánicas fueron identificadas por primera vez recién a comienzos de los 1990s. Aparentemente viajan en grupos grandes de 25 o más ejemplares. La mayor parte del tiempo se encuentran en mar abierto, mucho más lejos de la costa que las residentes o transeúntes. Probablemente se alimenten principalmente de tiburones y calamares y hacen mucho ruido, comunicándose entre ellas regularmente.

Hoy os presento a las tan temibles ballenas asesinas (killer whale, en inglés), comenzando por una un poco avergonzada confesión. Ya se sabe lo audaz que suele ser la ignorancia y yo, cuando me enfrenté en un principio a los datos que se tienen sobre este formidable animal, dí demasiados tópicos por hecho y, claro está, metí la pata. Y el caso es que la primera vez que aparecen orcas en mis novelas, cuando Rocalla desvela la muerte entre sus fauces del bebé que acaba de tener y cómo aquella desgracia desembocará en su atípico hermanamiento con Eliom, se narra algo que corresponde al ciento por ciento con la realidad de los océanos. Pero alguien dijo que las peores mentiras son las más "contaminadas" de verdad y aunque un tipo de orcas, las transeúntes, si pueden desarrollar ese tipo de conductas, no son la única clase de ellas que existe en el mar.
Todo esto lo descubrí cuando estudié más a fondo la fauna marina del estrecho de Gibraltar. Allí fue cuando volví a encontrarme por segunda vez con estos colosos blanquinegros... y donde mi percepción sobre ellos comenzó a cambiar. Cuando supe de su relativamente pacífica  dieta ictiófaga comprendí que la orca y el ser humano no solo se parecen en su amplísima distribución sino en su ambivalente realidad ángel-demonio o, lo que es lo mismo, en que, depende del cristal donde se mire, pueden pasar por sanguinarios asesinos o por inofensivos comedores de peces.
Volvamos a las orcas del Estrecho. A las familias de estos cetáceos que subsisten en esas aguas la propia diosa Ceto las nombró Las Guardianas del Umbral. Y es que, aún siendo más "todoterreno" que ninguna otra especie del planeta a excepción del hombre, es rarísimo verlas nadando en el Mediterráneo... Este hecho tan curioso fue el que me dió pie a esa fantasía. Me resulta fascinante como, lejos de la idea preconcebida de una inmensa e indiferenciada masa de agua sin límites ni barreras, el océano se revela como un territorio mucho más delimitado y restrictivo para unos o para otros de lo que pudiera pensarse a simple vista.
Reconozco que su título vitalicio de centinelas de las "puertas" del Mediterráneo es algo inventado pero, aunque os sorprenda, los descendientes de aquellas primeras orcas, aquellas otras con las que se encuentran Élias, Dicayos, Mistral y una recién incorporada Toniña justo antes de pasar al mar de Alborán, son, digamos, bastante más reales.
Y es que en el estrecho de Gibraltar se lleva estudiando años a cinco familias de orcas que acuden allí periódicamente al encuentro del atún rojo, el mismo atún por el que compiten haciendo uso de todo su ingenio con los pescadores de la zona. Los nombres que los estudiosos les dan a estos cinco clanes remiten a algún individuo destacado en cada una de las familias y  estos son Camacho, Morales (que antes formaban un solo clan), Macarra (que algunos años se ha asociado a los dos primeros), Bartolo (con un solo avistamiento) y, por último, Vega. Sí, Vega, la misma vieja matriarca que lideraba a Espartaco y sus hermanas y que, en efecto, como ella misma pronosticó, acaba muriendo poco después del encuentro con nuestros viajeros, en el año 2006.
Recordando ahora ese episodio, viene a mi cabeza la peculiar gestión de las emociones que atribuí a las orcas en El Destino de Élias. Se me ocurrió que en el universo emocional en el que se supone que se mueven todos los cetáceos sería plausible imaginar una especie especialmente aficionada a las llamadas "emociones-límite" que, como no podía ser de otro modo, acaban siendo las más cercanas a la implacable muerte, propia o ajena... Y si algún mamífero marino podía encarnar el asombroso despliegue de capacidades intelectuales y físicas que diera lugar a esa forma de "vida en el filo", este no podría ser otro que las vigorosas e inteligentísimas orcas. Sus magníficas persecuciones y sus extraordinarias técnicas de caza, privativas de cada subespecie, las hacen las criaturas idóneas para ese papel. Y es por esa misma idoneidad que la terrible cacofonía emocional, la avalancha de dolores varios que sufren los seres del Mediterráneo, les ensordece y abruma de tal modo que acaba siendo algo demasiado hiriente en tanto "hipersensibilizante" y por ello queda vedado para ellas, convirtiéndose así en guardianas de un espacio que nunca podrán franquear. 

El vídeo que he elegido en esta ocasión no es el más elaborado ni el de mejor realización pero me ha parecido el correcto. En la primera mitad, muestra un grupo de orcas desplegando la famosa técnica de caza característica de la Península de Valdés, en la Patagonia, en la que "juegan" con las focas de la orilla como si fueran peleles, arriesgándose a quedar varadas de lo mucho que salen del mar. Este sería su lado Tánatos, su aspecto predador y hasta un poco suicida. En la segunda mitad... bueno, mejor vedlo por vosotros mismos, pero ya os adelanto que, muy a menudo Eros y Tánatos van de la mano.
Viene a ser lo que os decía al principio: En todos, en nosotros y en ellas, se esconden juntos el ángel y el demonio.






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