domingo, 21 de abril de 2013

Ballenas beluga: las blancas cantoras.



Las belugas, también llamadas ballenas blancas, tienen un color inusual, por lo que son una de las especies de ballena más conocidas y fáciles de identificar. Al nacer son grises o incluso marrones, y se van volviendo blancas conforme alcanzan la madurez sexual, hacia los cinco años de edad.
Las ballenas blancas son bastante pequeñas y miden entre 4 y 6 metros. Tienen frentes redondeadas y carecen de aleta dorsal.
Las belugas suelen vivir en pequeños grupos. Son animales sociales y comunicadores vocales muy activos que emplean un lenguaje variopinto de chasquidos, silbidos y repiqueteos. Además, pueden imitar diversos sonidos de otro tipo.
Estas ballenas frecuentan habitualmente las aguas de las costas del océano Ártico, aunque también están presentes en regiones subárticas. Cuando el mar se congela, las belugas árticas migran hacia el sur en grandes grupos. Los animales atrapados en el hielo ártico suelen morir, víctimas de osos polares, ballenas asesinas e indígenas del Ártico. Las belugas son cazadas por los pueblos nativos del norte, y también por las pesquerías comerciales. Estas últimas casi acabaron con determinadas poblaciones, como la del Golfo de San Lorenzo. (National Geographic)



Como ya os anuncié en mi anterior entrada, después de pasar varios meses centrada en los cetáceos con los que interactúa Élias en su viaje por el Mediterráneo, ahora os presentaré a dos especies de odontocetos, únicas integrantes de la familia de los monodóntidos, que hacen acto de presencia en Rielar y los Reinos del Mar, mi primera novela. He aquí a la primera de ellas.
Las belugas aparecen al principio de la tercera parte del libro, "Pacífico", cuando se narra como la joven recolectora Irisar, acompañada de su amiga Ulular y de su maestra Surcar, emprende viaje hacia el mayor de los océanos por la ruta del norte, esto es, a través del océano glaciar ártico. Ella será la encargada de dar con la piedra-corazón del propio Élias, todavía un bebé, y tanto porque es su debut como recolectora de piedras corazón como, sobre todo, porque ese primer bautizo trajo inquietantes revelaciones a nivel personal, el ánimo de Irisar está convulso y, por qué no decirlo, bastante amedrentado ante la gesta a la que se tiene que enfrentar.
Me gustaría que intentarais imaginar el encuentro entre las tres mujeres y el , también femenino, grupo de belugas. Se produce de improviso en la bahía de Baffin, relativamente cerca aún de Ciudad Alba, nada más dejar atrás el mar de Labrador y recién estrenado el océano Ártico propiamente dicho.
Al hacer de nuevo ese ejercicio de imaginación yo misma, mi mente es invadida por dos intensos colores, blanco y azul, y de un modo esplendoroso, deslumbrante. Frente al azul del límpido cielo norteño y del omnipresente mar, la blancura del resto de elementos destaca así de un modo casi hiriente: las interminables placas de hielo marino, los vagabundos icebergs, la nieve perpetua en las costas de las tierras circundantes... Y ellas, no solo las incoloras criaturas que salen al encuentro de las tres recolectoras sino éstas últimas, sus clarísimos cabellos (sobre todo, los de la propia Irisar que los lleva largos, como una ensortijada estela de espuma de mar tras de sí), así como sus buzos blancos y sus pálidas pieles, distintivos ambos de su pertenencia a la raza de los profundos de Ciudad Alba. Todo, en definitiva, es blancura; pujante y avasalladora blancura.
Pero si el color blanco suele ir asociado a la paz y al silencio, aunque lo primero se cumple puesto que Irisar, tras el encuentro, recupera buena parte de su serenidad perdida, lo hace a través de todo lo contrario a la ausencia de sonidos. Lo hace a través del canto... y del baile.
No soy muy dada a poner citas de mis libros en este blog, de hecho va a ser la primera vez, pero siento que debo hacerlo. No sé cantar, lo hago francamente mal, aunque puedo imaginar lo hermoso que es unir tu voz con la de tus iguales, en este caso hermanadas tanto en feminidad como en esbelta blancura, pero en cambio me gusta bailar y dicen que no lo hago del todo mal. En el baile también he aprendido (y disfrutado) de lo que es sentirse "en comunión", con la música misma y con las que la comparten contigo en un determinado instante. Un grupo de hembras bailando juntas, sintiéndose hermanas más allá de razas, idiomas, ideologías... e incluso especies, debe ser algo magnífico. No, no debe serlo; sé que lo es.
En fin... todo esto es algo tan atávico, siento que lo llevo tan dentro de mi condición femenina, en todas y cada una de mis células, que intentar explicároslo sin más se me queda corto. Por eso tengo que recurrir a "autocitarme". Para que simplemente contempléis la escena... y la sintáis. Entonces, seguro que lo entenderéis todo mucho mejor. Sobre todo, si sois del género femenino. Ahí va:
"Pronto las tres mujeres, disfrutando como niñas, se encontraban danzando con las juguetonas belugas mientras, casi sin darse cuenta, comenzaban a entonar antiguas melodías en armonioso contrapunto a las infinitas vocalizaciones de los llamados canarios del mar(...) Surcar había estado certera al intuir que eso era precisamente lo que necesita Irisar. A medida que ésta permitía que su cuerpo se hiciera uno con el agua y la espuma, notaba cómo su interior recuperaba la calma, cómo su antigua alegría volvía a hacerse presente. Y mientras se dejaba acariciar por los sedosos cuerpos de sus nuevas compañeras en ese trenzado de cruces y acrobacias, su voz dejaba escapar, a través del liberador canto, toda la tensión que la había atenazado desde antes de abandonar Ciudad Alba".

¿A qué ahora todo ha quedado mucho más claro? ¿Y a qué muchas (y muchos, ¿por qué no?) sabéis de lo que hablo por propia experiencia?... ¿No es maravilloso ese sentimiento de liberación/comunión que te ofrece la música en momentos así, momentos tan escasos como preciosos?

La foto que encabeza la entrada es precisamente de una mujer que, a través del yoga,  se ha atrevido con las bajas temperaturas de los mares árticos y que, de este modo, ha sido capaz de nadar entre belugas. La acabo de descubrir y no me resisto a colgarla ¡Si supierais la de veces que la realidad acaba, de un modo u otro, asemejándose a la ficción que yo misma he creado...!

Como vídeo os propongo, en esta ocasión, otra curiosa "rareza". Las belugas tienen una capacidad de vocalización tan asombrosa que, recientemente, se ha logrado grabar a un ejemplar capaz de reproducir los sonidos de una lejana conversación ¡entre humanos! Oídlo porque, en serio, es impactante (¿y si en vez de estar imitándonos fuera que le han pillado "in fraganti" y en realidad está hablando con algún habitante de los Reinos del Mar?... Ay, ya está mi loca imaginación haciendo de las suyas... Bueno, lo dicho, juzgad por vosotros mismos).


















jueves, 4 de abril de 2013

Cachalotes: El buen Romm y los de su estirpe.





Los cachalotes son fácilmente identificables por sus enormes cabezas y frentes redondeadas y prominentes. Tienen el cerebro ms grande de todas las criaturas conocidas que han poblado la Tierra. En la cabeza también tienen una gran cantidad de una sustancia llamada espermaceti. En su día, los balleneros creían que este fluído aceitoso era esperma. Los científicos no han descifrado la función del espermaceti. Una teoría muy extendida es que el fluido, que se endurece en forma de cera cuando se enfría, ayuda a la ballena a modificar su flotabilidad para sumergirse a gran profundidad y volver a subir. Se sabe que los cachalotes llegan a sumergirse 1.000 metros en busca de calamares. Estos mamíferos gigantes deben contener la respiración hasta 90 minutos en esas inmersiones. Estas ballenas dentadas pueden comer casi una tonelada de peces y calamares al da.

Los cachalotes suelen formar bancos de entre 15 y 20 individuos. Estos bancos están formados por hembras y crías, mientras que los machos viven en solitario o cambian de banco con frecuencia. Las hembras y sus crías permanecen todo el año en aguas tropicales y subtropicales. Se cree que las hembras cuidan a sus crías de forma comunitaria. Los machos migran a latitudes más altas, solos o en grupo, y vuelven al ecuador para reproducirse. Impulsados por su aleta posterior, que mide unos cinco metros de punta a punta, pueden recorrer el océano a unos 37 kilómetros por hora (La conducta gregaria de machos y hembras juntos en el Mediterráneo oriental constituye, por tanto, toda una excepción).

Estos populares leviatanes emiten diversas vocalizaciones, además de una serie de chasquidos que pueden usar para comunicarse o para la ecolocalización. Los animales con ecolocalización emiten sonidos que se desplazan bajo el agua hasta que impactan contra objetos y vuelven rebotados al emisor, revelando la posición, tamaño y forma del objetivo.

Los cachalotes eran un pilar básico de la actividad ballenera en su apogeo en los siglos XVIII y XIX. En su novela Moby Dick, Herman Melville inmortaliza a un mítico cachalote albino, aunque parece ser que el archienemigo de Ahab estaba basado en un animal real al que los balleneros llamaban Mocha Dick. Se cazaba a estos animales por su aceite y ámbar gris, una sustancia que se forma alrededor de los picos de los calamares en el estomago de la ballena. El ámbar gris era (y sigue siendo) una sustancia muy apreciada utilizada en su día para hacer perfumes. (National Geographic)

Y, por fin, llegamos a la última de las Piedras de Ceto. aquella que atesora la virtud de la misericordia. Una virtud tan cercana al amor, la primera en ser activada a través del valeroso viaje de la pequeña Toniña, que se diría que con ella se cierra el círculo que las enlaza a todas. De hecho, Élias y su grupo encuentran la última virtud cuando la vieja marsopa ya ha partido y se diría que es este octavo cetáceo como activador de la misericordia, la deforme hembra de cachalote con la que se encuentran cerca ya de la meta final de su viaje por el Mediterráneo,la que le toma el relevo en su maternal afecto, aunque solo sea por un rato.
El encuentro con los cachalotes es el momento en el que más peligro corren Élias y Mistral de perder la vida en su travesía por aguas mediterráneas. Solo la intervención "in extremis" de esa tía solterona, marcada por el impacto casi mortal de un ferry en su robusto cuerpo, les salva de una muerte segura. El destino final de los dos chicos parece algo inapelable, casi comprensible y hasta justificable, pero cuando todo está perdido, cuando la implacable lógica o la fría justicia no ofrecen ninguna salida, lo único que les salva, que nos salva siempre, es la compasión. La inmerecida, y por ello tan imprevista como redentora, misericordia. En dos palabras, el Amor. Siempre, desde el principio hasta el fin, el Amor.
Ah... los cachalotes. Los que habéis leído mis novelas ya sabéis lo especiales que son para mí estos rotundos animales de ladeado surtidor y cabeza de torpedo. Sobre todo, uno... sobre todo, Romm.
Os confesaré algo. Romm, y también Dicayos, encarnan en cierto modo mi solidario afecto por el sexo masculino. Algo así como sí yo, disfrazada de andrógina "Trovadora del agua", hubiera plasmado en el papel mis distintos sentires hacia los también distintos hombres (y mujeres) que han rodeado mi existencia. Yo no soy una excepción y como tantos otros escritores me he acabado inspirando en mis semejantes.
Hay un refrán que dice: "A los amigos se les admira por sus virtudes y se les quiere por su defectos". Como todo refrán hay una parte falsa pero, qué duda cabe, también otra muy verdadera. Con respecto a mi propio sexo, en todas las mujeres que me han acompañado, incluida yo misma, hay algo de Hidra y algo de Surcar, algo de Emoré y algo de Ulular, algo de Mistral... y algo de Rielar. En definitiva, algo de las tres diosas, Doncella, Madre y Hechicera que, con distintos rostros, empapan toda mi obra. Eso es muy cierto con respecto a mí y mis hermanas pero ¿y los hombres?
Con respecto a los varones, podríamos decir  que Dicayos, el recto Dicayos, encarna todas las virtudes masculinas, aromatizadas por esa maravillosa gestión de las emociones a la que todo hombre debería aspirar y al que creo que, cada vez más, muchos están quitando ese miedo ancestral que les limitaba para tantas cosas... Sería pues la parte luminosa y brillante, la apolínea. El hombre recto y noble al que admiro.
Pero como ya he dicho en otras ocasiones, no hay yang sin yin, ni apolíneo sin dionisiaco, ni resplandor sin penumbra... Un hombre cabal, si aspira a ser verdaderamente noble, si no quiere ser una encorsetada caricatura de sí mismo, tiene que aceptar tanto su fortaleza como su fragilidad, tanto su generosidad como su mezquindad, tanto su luz como su sombra. Solo así será un hombre íntegro, o sea completo, y solo así, asumiéndose en plenitud primero, podrá trabajar honestamente por ser cada día mejor persona. Eso es precisamente lo que representa el bueno de Romm para mí.
Romm es pendeciero y bravucón, a veces celoso, otras veces metepatas y otras... otras simplemente las cosas le quedan grandes y no se entera de nada. Pero yo le quiero, le quiero con locura por ser cómo es, sincero, valiente, lleno de defectos pero con la honestidad suficiente para saber hacerles frente e intentar enmendarse y mejorar. Es leal, consecuente y sabe entregarse de corazón... Sí, definitivamente, puede que admire mucho a Dicayos pero al que quiero aún más de los dos es a ese cabezota lleno de defectos... y de humanidad.

Quizá os preguntéis si, en el caso de los varones de mi entorno, existe alguien concreto en el que me haya inspirado a la hora de describir estos dos personajes. La respuesta es que sí. Afortunadamente, aquel que me acompaña en el camino tiene mucho de Dicayos pero, y eso es lo más importante, también mucho de Romm. Por ello es que le admiro tanto como le quiero... Pero eso, como diría Michael Ende, eso es otra historia.

Mi repaso de los cetáceos mediterráneos ha concluido, por ahora. Tengo planeado presentaros próximamente otros dos que me parecen también muy interesantes pero serán, digamos, criaturas de latitudes mucho más boreales. Ambos hicieron acto de presencia en Rielar con mayor o menor protagonismo ¿Imagináis a quienes me refiero? Bueno, si no es así, ya lo descubriréis... Y ahora, como es de rigor, un ratito de buceo en esta ocasión con Romm, Blou y Grumm, por ejemplo. Hoy es momento de disfrutar de la compañía de los todopoderosos cachalotes.