domingo, 2 de octubre de 2011

Tiempo de limones

Este fin de semana me ha dado por evocar mi estado de ánimo de hace dos años por estas mismas fechas. Después de unos meses de nerviosismo creciente a medida que se acercaba el momento de la anhelada publicación de mi primera novela, a pocas semanas vista ¡Catapúm! me anuncian que por imponderables de última hora RIELAR Y LOS REINOS DEL MAR no vería la luz hasta la primavera del año siguiente...
¿Os imagináis cómo me sentí? No era capaz de aferrarme al hecho de que solo era cuestión de esperar medio año y que lo importante era que al final mi ilusión se acabaría cumpliendo, lo único en lo que pensaba era en que mi meta se había esfumado cuando ya la tenía casi al alcance de los dedos y que puede que sobre mí recayera una maldición o algo así que siempre me acabaría negando a la postre publicar nada en absoluto... (para los que no me conozcan mucho, ahora es el momento de confensar que acostumbro a ser pelín melodramática ¡qué le voy a hacer!).
En fin, en realidad no era de esto de lo que quería hablar sino de lo que vino después (Ah, volviendo a mi persona también puede que sea otro pelín divagante).
Bueno ¿y qué vino después? Pues tras la desolación vino el berrinche... y tras él, la reacción. Si el destino pensaba que iba a tirar la toalla y renunciar a soñar con los Reinos del Mar iba listo. Y si no quería taza, iba a tener taza y media.
A la mañana siguiente comencé a profundizar en la historia de un chico que salía muy tangencialmente en Rielar. Ese chico se llamaba Élias... y empezar a escribir sus andanzas probablemente me salvó de una depresión e hizo que la espera hasta el ecuador de la primavera siguiente se me hiciera bastante más llevadera de lo previsible.
Ahora puedo decir que, muy probablemente, sin aquel revés del otoño de hace dos años por estas fechas, mi segunda novela EL DESTINO DE ÉLIAS. UN MAR DIFERENTE no estaría a punto de ver la luz en este octubre de 2011 (siempre con permiso de los imponderables, claro).
Tengo oído que en Cuba existe una expresión: "Si la vida solo te da limones, hazte una limonada".
No sé si es esta una fórmula infalible para cuando vienen mal dadas pero... ¿a alguien le apetece un trago?

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